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miércoles, 3 de julio de 2013

California Sun! Los Angeles (primer día)

¡Sorpresa!

Volvemos con una nueva entrega del blog. A estas alturas nos daréis por perdidos, pero estaba a punto de escribir a mi hermana y familia un correo electrónico kilométrico sobre nuestras vacaciones en California y me he dicho... ¡qué demonios, convirtámoslo en una nueva entrada del blog, para regocijo de nuestras familias, amigos y otros seres queridos!

Pues sí, nuestro último destino de vacaciones fue California. La verdad es que entre nuestra lista de destinos por visitar el Parque Nacional de Yosemite estaba entre los primeros puestos. Y hete aquí que uno de mis héroes musicales, Fermin Muguruza, anunció una serie de conciertos en EE.UU: en Los Angeles (más conocido como LA) y en Nueva York. Ya le tenía ganas, que hacía años que no le había podido disfrutar en directo, así que se juntaron el hambre con las ganas de comer: nuestro viaje a California era ya un hecho imparable.

Nuestro plan fue el siguiente: pasamos unos días en LA, vemos el concierto y subimos raudos para los parques nacionales de Sierra Nevada: Sequoia, King's Canyon y Yosemite. Y de ahí, vamos a San Francisco y nos volvemos a Houston. ¿No suena nada mal, verdad?

Íbamos sobre aviso de que tanto en San Francisco como en los parques hacía fresquete, así que nuestra maleta era una mezcla de aúpa de bañadores, forros polares y artículos de cámping. Lo mismo que si vas a Asturias, vamos.

De hecho, algo que nos llamó mucho la atención fue que al llegar a LA la temperatura era de 21 grados. Agradable, pero no caluroso. Para más inri, estaba bastante nublado: ¿dónde carajo están los famosos sol y calor de California? ¿Eh?


Salimos el día 11 de junio (el concierto era el 12). Tras un vuelo bastante cómodo llegamos a LAX (el aeropuerto internacional) y a nuestro primer destino: el alquiler del coche. Teníamos pensado el pagar el seguro mínimo, pero ya sabéis cómo son las cosas: los estadounidenses son expertos en venderte la moto (bueno, el que nos atendió era argentino, aunque en esto podríamos decir que son pueblos hermanos) y enseguida te acongojan con el tema de los seguros, así que acabamos pagando el súper-seguro. Resultado: 300 pavos más de lo pensado, aunque salimos con una mayor tranquilidad. Ah, y con un Jeep por el que no habíamos pagado; teníamos reservado un utilitario tipo Ford Focus, pero en el parquing había un bonito Jeep mirándonos con cara de pena, preguntamos si lo podíamos coger y nos dijeron que adelante.

En esta foto se ven dos cosas: (1) El Jeep y (2) lo difícil que es hacerle una foto a Sofi sin que salga haciendo el tonto...
Así que con nuestro nuevo y flamante Jeep salimos hacia el hotel cruzando la ciudad. Ya nos habían comentado que el tráfico en LA era espantoso, pero una cosa es saberlo y otra experimentarlo. Si pensábamos que la gente en Texas conducía mal (superando a los portugueses con diferencia), en California conducen igual, pero con mucho más tráfico y la peor regulación viaria que he visto en mi vida. Todo ello se traduce en atascos monumentales que podrían con los nervios del más diestro jugador de póquer. Un horror. Un total y auténtico horror.

Conseguimos cruzar la ciudad y llegar al hotel. El hotel, de una de esas cadenas baratas (sin ser cochambrosas) que tanto abundan por aquí, estaba situado en West Sunset Boulevard, entre el downtown (el centro) y Central LA, pero sobre todo estaba muy cerquita de la sala donde se iba a celebrar el concierto. A llegar, malas noticias, el check-in no era hasta las 15:00 (¡!) y además la compañía de viajes que se supone debía haber pagado la habitación no lo había hecho. Menos mal que la encargada era bastante maja y eficiente, con lo que finalmente conseguimos la habitación sin tener que pagar nosotros. Entre tanto nos fuimos a comer a Vegan House, un restaurante tailandés vegano que estaba al lado del motel. Comimos arroz con curry y piña, tallarines thai —no picantes— aderezados con ternera falsa y para beber té tailandés frío con leche de soja. Nos gustó mucho, a mí especialmente el té, del que me tomé dos vasos enormes.

Una vez saciados y con las maletas dejadas en la habitación, agarramos el coche rumbo a Hollywood Boulevard, donde está el Paseo de la Fama, ese de las estrellitas que sale siempre en las pelis. La idea del proyecto vino a mediados de los 50 de la cámara de Comercio de Hollywood. Entonces la ciudad de Los Angeles se encontraba en pleno proceso de lavado de cara y el Paseo de la Fama fue parte de ello. La idea era premiar con una estrella a las personalidades del show business, aunque el tener una estrella obliga a la persona «homenajeada» a pagar una cuota de unos 200 dólares al año (que muchas veces pagan los estudios como gastos de promoción o clubs de fans):

El famoso Paseo de la fama.
Lo primero en ver, el mítico edificio de Capitol Records
El paseo se encuentra a la sombra del edificio de Capitol Records, que es bastante más pequeño de lo que me imaginada: son sólo trece pisos y 46 metros de altura, no es más alto que la maternidad de la Paz de Madrid (16 pisos y 59 metros), al que recuerda por su forma cilíndrica, aunque es más bonito que la maternidad, todo sea dicho. Fue en construido en 1956, cuando Capitol (recién adquirido por EMI) era uno de los sellos discográficos más poderosos de la costa oeste. Desde entonces se ha convertido en uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad.

Lo mejor que puedes hacer por Hollywood Boulevard y el Paseo de la Fama  es caminar y dejarte perder entre la fauna de turistas y personajes autóctonos, vagabundos, artistas ambulantes, pedigüeños y los excéntricos locales que pueblan el extenso paseo de la fama: tiendas de souvenirs, talleres de tatuaje, restaurantes, bares y garitos de todo pelaje, teatros, salas de cine...

 
 

Además, claro, están las famosas estrellitas. Leer todos los nombre de las estrellas es algo bastante aburrido —son más de dos mil repartidas en más de quince manzanas—, aunque es prácticamente imposible dejar de hacerlo, lo que es un fastidio, ya que muchas veces te pierdes el paisaje urbano por estar mirando al suelo. Y, creedme, las gentes y los locales de Hollywood Boulevard merecen el que se les vaya prestando atención.

Cada uno a llo suyo. El menda con Tod Browning y Johnny Cash
  
Y Sofi con Hanna Barbera y Slim Whitman.
Es bastante curioso: te haces una foto en la estrella de Johnny Cash, Harrison Ford o Alfred Hitchcock y la gente ni reacciona. En cambio te paras al lado de la de Hanna-Barbera y la gente mira extrañada «¿Hanna-Barbera? ¿Y quién es ese? Ah, es el de los cartoons», decían un grupo de argentinos que estaban a nuestro lado (bueno, casi aciertan: Hanna y Barbera eran dos, no uno).

Cuando ya estábamos aburridos de las estrellas y del Paseo de la Fama, y con la cabeza un poco embotada de estar mirando al suelo todo el rato, salimos zumbando al norte de Hollywood Hills, donde se encuentra Griffith Park, donde se haya el archiconocido letrero de «Hollywood».
El letrerico. Por supuesto, nos teníamos que acercar a verlo
En realidad Hollywood Hills es un barrio pijo que forma parte de LA central. Al ser de gente de mucha pasta, la mayoría de la población es blanca: el 71 %. Eso es otra de las cosas que llama mucho la atención de EE.UU.: lo segregada que está la población por raza y, por tanto, por clases sociales. La zona de alrededor de nuestro motel es de mayoría hispana, y las humildes viviendas contrastan sobremanera con los inmensos chaletones que se encuentran a las faldas de los montes que forman Griffith Park.

El parque está cerrado al tráfico, así que aparcamos y subimos un sendero que lleva a las que son las mejores vistas del cartel. Por supuesto, el que piense que hacerlo está siendo remotamente original, ya puede ir olvidando la idea:

Nótese la recién graduada, en UCLA, que nos fastidió la foto.

Nosotros decidimos que íbamos a ser lo más de lo más, y que no nos íbamos a hacer la típica foto de guiri, sino que íbamos a subir hasta la base del cartel. Así que, ni cortos ni perezosos, tomamos el camino que a lo largo de dos millas serpenteaba por la falda del monte. Así, sin agua ni nada, iniciamos lo que terminó siendo una fatigosa subida en la que casi nos morimos de calor, ya que ese fue el momento en el que el día se abrió y el sol empezó a apretar de lo lindo.

Decididamente, tenemos que hacer más deporte.

Y para nuestro chasco, nos encontramos con esta vista:

¡Malditooooos!
Ya nos imaginábamos que no te iban a dejar acercarte tanto como para colgarte de la «O», pero pensábamos que, al menos, el camino llevaría hasta la parte de abajo, y así tener una bonita vista del cartel. Nanai, lo único que se veía bien eran los letreros de advertencia y los helicópteros que sobrevolaban el parque:


Y eso sí, una bonita panorómica de LA, con su downtown elevándose sobre el resto:

Que quede claro: subir, subimos un cacho.

Ni que decir tiene que, una vez alcanzada la cima, volvieron las nubes a cubrir el sol. Por lo menos, eso nos facilitó la bajada. Así que ya sabéis: al letrero de Hollywood NO SE ACERCA UNO. Lo que significa que la subida no merece mucho la pena a no ser que tengáis muchas ganas de ver Los Angeles desde lo alto. Los montes no son nada del otro mundo (el Parque Natural de Alcalá, por ejemplo, es mucho más bonito) y para andar sobre el asfalto, mejor hacerlo por una zona urbana.

Ya de vuelta volvimos a pasar (esta vez en coche) por Hollywood Boulevard, para ver la fauna que se junta al anochecer y el jolgorio de los teatros, ya engalanados para la velada nocturna. Y de paso, volver al hotel por Sunset Boulevard, para tres cuartos de lo mismo (la parte donde está el motel no es muy glamurosa).

Cuando pasamos estaba enfrascado tocando «Voodoo Chile».
  

Obviando lo terrible que es el tráfico, conducir por Hollywood y Sunset es bastante entretenido: los atascos te dejan fijarte mejor en el circo que te rodea. Así, en Sunset pasamos por un teatro donde lo estaban engalanando para la première de la última temporada de True Blood (glups), por Amoeba Music, una de las tiendas de discos usados más grandes del mundo mundial —los ojos me hacían chiribitas, pero era ya muy tarde y la tienda estaba cerrando— y por la primera Iglesia de la Cienciología de LA (glups), entre otras muchas cosas. Un paseíto que, aunque sea en coche, merece la pena hacer.

Y ya, de vuelta al hotel, subimos a la habitación para ponernos la sudadera (ya he comentado lo del calor de LA, ¿no?) y buscar un sitio para cenar cercano. No fue muy difícil encontrar algo; alrededor del hotel —lo que significa caminando menos de 15 minutos en cualquier dirección— había muchos restaurantes, suficientes para poder elegir incluso considerando mi dieta: en California hay muchos restaurantes vegetarianos y/o veganos. Nos acabamos decantando por Silver Lake, un sitio de fusión indio-americano (por indio quiero decir de la India, y por Americano quiero decir TexMex), también vegano en el que tomamos berenjenas y lentejas con curris varios, arroz integral y una quesadilla de brócoli y champiñones con nata y muy especiada. Curri otra vez. Al día siguiente pagaría por ello.

6 comentarios:

  1. Jajajaja, sí que es un post kilométrico, sí. Hay que ver, varios meses sin escribir, pero, cuando lo coges, lo coges con ganas...

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  2. Yeah!. Gracias por el retorno del blog.

    Tremenda crónica... he echado de menos alguna foto de la muguruzada en Los Ángeles... pero me doy por satisfecho por ver a Sofi poniendo morritos y a JuanFraner con una camiseta de Dead Kennedys y un sombreraco homenajeando a Johnny Cash.

    Enviadle la foto de la aparición de la recién licenciada en UCLA a Íker Jiménez, a ver si encuentra algo sospechoso: "cuando tiramos la foto no estaba ahí, pero luego salió... sentimos una presencia bajo el cartel de Hollywood que luego se manifestó en la foto".

    Un abrazo enorme, perretes!.

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    1. ¡Todo llega pinche güey! Recuerda que la crónica va por días... Ya está publicado el segundo, coin un par de fotacas de Fermin y Xabi Solano.

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  3. Totalmente en desacuerdo con una cosa, la graduada de UCLA le da un puntico a la foto que se agradecerá con los años... Tiempo al tiempo... ¡¡Madre mía Chofi que saber estar con la mirada de hielo!!

    Y qué bien que hayáis metido nuevas aventuras (jolibudienses en este caso).

    ¡Os quiero tontorrones!
    Juanma.

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  4. Guay, no tengo tiempo ni para leer (y eso que me gusta un montón) pero el blog no me lo pierdo. Bien disfrutadas las vacaciones y lo de Sofi en las fotos es de familia, a nosotras no hay forma de sacarnos sin hacer el tonto tanto en grupo como solas, es mas divertido. Como no se si voy a tener vacaciones, me he ido un ratillo con vosotros. Espero el siguiente.

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  5. ¡Se echaba de menos!
    A ver si lo retomáis.
    A mi lo que más me moló de LA fue Venice, con todas las localizaciones de American History X....

    De los parques nos tienes que contar más. Yo sólo pillé Kings Canyon y de pasada... Como siempre uno de los atractivos de EEUU son las referencias cinematográficas: podías imaginarte a John Waine haciendo una travesía por Kings Canyon en invierno, a caballo con gabardina de cuero y el sombrero calado hasta las cejas.

    Carlos

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