¡Escucha el «tren de texas»!

martes, 24 de enero de 2012

Visitando los hospitales

No os preocupéis, que no ha pasado nada. Nada grave, me refiero.

Hoy ha sido nuestra primera visita a un hospital y hemos podido comprobar en carne propia cómo funciona el sistema de salud de EE.UU. A pesar de que ha ido sobre ruedas, me ha hecho alegrarme de que tengamos un sistema de salud pública tan estupendo en España, aunque los politicastros de turno (PP, PSOE y CiU, principalmente) estén empeñados en cargárselo y/o privatizarlo, para luego liberalizarlo y que así sus amigos de los seguros privados se repartan el negocio. ¿Habéis oido hablar de la ley 15/1997 que votaron en comandita PP, PSOE, CiU, PNV y CC? Es la que permitió abrir la puerta a la gestión privada del sistema público de salud de España. Entonces nos llamaban agoreros a los que protestamos contra ello. De aquellos lodos, estos barros.

Pero bueno, dejémonos de peroratas y vayamos al grano. No ha sido nada serio, insisto. Hoy estaba preparando la comida (iba a hacer mi superlasaña de la era espacial) cuando me he cortado el dedo. Perdón, quiero decir que me he cortado en el dedo. Ya sabéis cómo son las heridas en los dedos: sangras más que un cerdo aunque te hayas hecho un corte de nada. El corte estaba cerca de la articulación y era lo bastante profundo como para necesitar algún punto (tengo bastante experiencia con los cortes en los dedos, como muchos de vosotros podréis atestiguar: es lo que tiene ser torpe y cocinar mucho), así que llamé a Sofi para ver qué hacíamos.

Pobre Sofi, qué susto se ha llevao.

En Madrid me habría ido andando tan tranquilo al centro de salud, pero como somos nuevos aquí y no sabemos cómo funciona la cosa y a qué hospitales podemos ir o no, pues hemos movido cielo y tierra por una chorrada. Menos mal que una compañera de trabajo muy maja de Sofi nos ha llevado y explicado todo.

Afortunadamente, tenemos ya las tarjetas del seguro (privado, como todo aquí). Hemos ido a las urgencias del Memorial Hermann (puedes ir a cualquier hospital) y todo ha sido como en las pelis. Primero un par de auxiliares la mar de simpáticas (qué pena que no se note el sarcasmo) te toman los datos, tuyos y del seguro. Te hacen esperar un rato (no había muchas personas en la sala de espera: bien) y luego te llaman para hacerte un chequeo antes de tocarte. Te toman la temperatura, la presión arterial y te hacen las preguntas de rigor: alergias conocidas, otros medicamentos que estés tomando, preguntar «del 1 al 10, que nivel de daño siente», etc.

Después de los trámites de admisión, me han dado mis pulseras identificativas para a continuación pasarme a la consulta, donde me he tenido que desvestir y ponerme una de esas batas tan graciosas que te dejan el culo al aire. Mira que hemos visto pelis, pero como no estábamos 100 % seguros, me la he puesto al revés. Por supuesto la enfermera no estaba en la sala: a ver si la iba a denunciar por acoso sexual o algo así. Parecía que me iban a operar de vete a saber qué; pero os recuerdo: estábamos aquí por un corte en el dedo que hacía media hora que había dejado de sangrar.

Jops, las primeras pulseras y no son de un festivalaco...
Una vez vestido de hospital, ha empezado el chequeo. Ha venido primero la enfermera, esta vez muy simpática (sin sarcasmo): que qué había pasado, que cómo había sido, que si estaba al día de la vacuna del tétanos... Después (todavía no me habían tocado en absoluto: la herida seguía sin lavar) se ha ido y ha venido con la médico (también muy simpática, sin sarcasmo). Ha mirado la herida, me ha preguntado por tercera vez si estaba al día con el tétanos y ha hecho su diagnóstico: basta con vacunarme, por si acaso, aunque esté al día (¿para qué preguntan?) y poner un poco de superglue y una planchita de esas de metal para no mover el dedo, pues el corte está en la articulación y se puede abrir. Sí, sí, dijo superglue. Como en las pelis de guerra. Ni sutura, ni puntos adhesivos, ni grapas. No. Superglue.

Superglue.

Entonces la enfermera me ha dado unos papeles para firmar: eran un documento en el que decía que me habían informado de los riesgos de las vacunas y de por qué me vacunaban. Una vez firmado (he tenido que poner un papel para no manchar de sangre las hojas), la enfermera me ha puesto la vacuna. Luego me dijo que ya me podía ir vistiendo, ha salido de la habitación, ha esperado a que me vistiese y luego me ha dado una esponja con un desinfectante para que me lavase yo mismo la herida (por si  me hacía daño y la denunciaba, supongo) y luego, efectivamente, ha venido con el superglue y me lo ha puesto en la herida. Picaba un poco, pero menos que el agua oxigenada. Luego se ha ido y me ha dicho que cuando se secase me pondrían el soporte del dedo (no sé el nombre técnico). Ha venido al rato con una paramédico (también muy simpática, de nuevo sin sarcasmo) que me ha puesto el soporte. No me lo ha apretado mucho y me ha dicho que me lo ajuste yo (por si las denuncias).

Así me ha quedado el dedito.
(Parece aparatoso, pero no ha sido nada, de verdad.)
Una vez con el dedo «escayolado» me han vuelto a tomar la tensión, la temperatura, me han puesto un electrodo en el dedo y me han vuelto a preguntar «del 1 al 10, que nivel de daño sientes». Después de responde «cero» (zero, más bien) Ha dicho que ya estaba y que esperase un poco, que tenía que firmar unos papeles.

Ha venido una administrativo para terminar de rellenar los datos del seguro y firmar un montón de cosas: la política de privacidad del hospital, que entendía mis derechos como paciente, bla, bla, bla. Esta vez sí, fuera de coñas, todo eso es para evitarse denuncias posteriores. «No, señoría, el paciente estaba bien cuando dejó el hospital, aquí tiene la firma, bla, bla bla...»

El cerro de papeles que he firmado
para que me pongan una vacuna y superglue.
Luego (ha sido, no sé, una hora y media en total) nos hemos vuelto a casa tan panchos.

Pero no hemos podido comer lasaña. Cachis.

lunes, 23 de enero de 2012

¡Fiesta!

Este fin de semana ha sido de fiesta. Hemos salido viernes y sábado (algo inaudito ya en Madrid, que los viernes nos solemos quedar disfrutando de largas sesiones de sofá y pelis). El viernes en las Woodlands (¡incluso estuvimos en un club y todo!) y el sábado en Houston. Como tocaba volverse en coche fue más tranquilito, un par de birras al inicio de la noche y luego a cocacolas. Y, como en la canción de los Pogues, tuvimos fiesta, feria, half coronas y kalamari, incluso topamos con algunas ladies of easy leisure.



Y el domingo, de barbacoa. No fue texana, sino argentina. Muy tranquilito, pero con muchas risas.

martes, 17 de enero de 2012

Domingo en Big Creek Scenic Area

¡Por fin! ¡Albricias! ¡Encontramos al entrada este del Sam Houston National Forest!

Hay que decir que el otro día íbamos bien (por la derecha, si lo recordáis), nos faltó seguir unas diez millas más. Casi llegando a Coldspring, TX, por la TX 150 aparece la FM 2025, que lleva a Cleveland, TX (el que os suena no es éste, es la capital de Ohio). Siguiendo unas millas por la 2025, enseguida aparecen pistas para dos áreas recreativas: Double Lake Recreation Area y Big Creek Scenic Area. Nos decidimos por la segunda porque es más de senderismo; la primera tiene un camping, lagos donde hacer piragüismo y pistas de ciclismo, un rollo muy de dominguero, por decirlo de alguna manera.

Nos costó encontrar la pista FS 217 que lleva a los aparcamientos de Big Creek, pero lo conseguimos. Aparcamos y nos pusimos en faena, pertrechados con agua, emparedados, cámaras y unas recién compradas navajas suizas (que en Texas no llegan ni a la categoría de arma blanca). Según el letrero indicativo de la entrada, existe una muy variada fauna, incluyendo cabezas de cobre (una víbora venenosa, aunque no mortal), nutrias, armadillos y gatos monteses.

Mucho prometer para luego nada...
Por supuesto, mucho ruido y pocas nueces; de fauna no vimos nada de nada, sólo una cría de Homo sapiens, guiada por su paciente progenitor (ambos con camisetas de los Texans), que berreaba como si fuese el último niño sobre la faz de la tierra. «Adiós a nuestro paseo en la tranquilidad de la naturaleza», pensábamos. El ejemplar adulto debió darse cuenta de nuestra exasperación, porque nos balbuceó un «no vamos a ir muy lejos», como diciéndonos «tranquilos que ya se calla». Promesa cumplida: a la segunda bifurcación ya les habíamos perdido el rastro.

Justo cuando perdimos de vista al adulto y la cría de Homo sapiens, nos empezó a seguir un nuevo amiguito, mucho más agradable y callado:

 

¿Quién dijo aquello de «cuanto más conozco al hombre más amo a mi perro»? Pues eso. Por lo guapo que era y por su pelaje blanco, que parecían canitas sexys, decidimos llamarlo Clooney. Ya sabéis, por George.


Y así, acompañados por Clooney pudimos disfrutar de un paseo en completa tranquilidad. De fauna, ya hemos dicho que nada. De flora, pues muy similar a la Reserva Natural de George Mitchell que visitamos la semana pasada: mucho pino y roble (pirenaico de agua, que ya vimos, y blanco americano). No vimos nada de hiedra venenosa, que se supone también había. Es una planta trepadora bastante peligrosa, y los nativos tienen una regla nemotécnica para acordarse de ella: «Leaves of three, leave it be», que significa algo como «hojas de tres puntas, déjalas en paz». Prefiero la traducción de los Simpson, la que Marge les recita a Bart y Lisa cuando van a partir al Campamento Krusty: «Y recordad, hijos: hojas de tres puntas, no se ajuntan». «Y de cuatro puntas, en pan las untas, je, je, je», responde Homer.

Jo, qué alto es todo aquí...
Como podéis ver, el espectáculo es muy similar al del George Mitchell pero mucho más majestuoso. El aspecto en general es más salvaje, con las pistas más desdibujadas (y aún así muy bien señalizadas) y más agua a la vista, no en vano la zona se llama Big Creek (el gran arroyo). Ayudaba además que el día estaba despejado y con una luz oblicua muy anaranjada, similar a la del atardecer (a pesar de ser las cerca de las 15:00), que magnificaba el espectáculo de los tonos ocres de las hojas caídas de los robles.


Lo malo es que el recorrido eran apenas tres millas. Terminamos prontito y al volver al aparcamiento comenzamos a oír un ruido monótono y repetitivo que nos costó reconocer, hasta que Sofi decidió que eran ladridos. En efecto, allí había un perro apostado bajo un árbol y que ladraba desesperadamente (Clooney se unió gustoso, aunque fue mucho menos desagradable; era más majo):

Te veooooo...
Por esto ladraba, el muy tunante:

¡Socorroooo!
Había un gatito atrapado en unas ramas, con cara de no gustarle cómo pintaba la cosa. Miré a ver si había forma de subirme a por el gato, pero estaba muy alto y era un árbol muy pelado; no podía subir. Además, tampoco sabía si se pondría histérico y empezaría a arañarme; ni siquiera sabíamos si era doméstico o no (pinta tenía, desde luego). Así que ahí lo dejamos, al pobre; y lo peor de todo fue que también tuvimos que dejar a Clooney. Pensamos que estaba perdido, porque cuando nos montamos al coche el pobrecito nos seguía. Estuvimos a un tris de llevárnoslo, pero en nuestros apartamentos no se admiten mascotas y tampoco estábamos seguros de si sería de alguna granja de los alrededores. Qué penita. Esa noche dormí mal y todo pensando en el pobrecito...

Luego volvimos por Coldspring, TX para volver a la zona de Double Lake, que está a cuatro millas de Big Creek, donde paramos para comernos los emparedados.

Coldspring, TX: cosas que se ven por la carretera.
Double Lake: no son dos lagos, simplemente uno que se llama así.
Allí, comiendo tranquilamente, vimos más bichos que durante nuestro paseo en Big Creek:

Una simpática ardilla
(aunque aquí están consideradas como en Madrid las ratas o las palomas)...
... un tétrico cuervo...
... y una tortuguita a la deriva en el lago.
Luego, de vuelta a las Woodlands. Tomamos un camino distinto, yendo de Coldspring a Cleveland, TX por la FR 2025 y de Cleveland a Conroe, TX por la TX 105. Y de allí, se toma la I-45 en dirección sur hasta las Woodlands. En Cleveland nos liamos un poco, pero eso nos permitió dar una vuelta en una gasolinera y ver al cowboy más auténtico de cuantos nos hemos cruzado hasta ahora. Lo tenía todo; camisa blanca impoluta y almidonada, chaleco vaquero con bordados, pantalones vaqueros, botas de las buenas y un sombrero que quitaba el hipo. Por supuesto, estaba llenando el tanque de una pick-up (la típica camioneta de las pelis). Lo malo es que no pudimos hacerle una foto, que nos estaba mirando en ese momento. Eso sí que es fauna pintoresca. Ya le echaremos el lazo a otro.

lunes, 16 de enero de 2012

Fin de semana en el coche (otra vez)

Con el primer viernes libre de Sofi, decidimos tirar a la carretera otra vez, esta vez en busca de unas buenas botas para hacer senderismo. Después de estar toda la mañana del viernes de un banco a otro buscando información sobre tipos de cuentas y tal, nos echamos a la carretera en busca de un Rei, una tienda de deportes tipo Decathlon. Teníamos la dirección, estaba en la Tomball pkwy, lo que nos hizo suponer que estaba en el pueblo de Tomball o en los malls de sus afueras. Llegamos a Tomball  cómodamente, gracias a nuestro flamante nuevo mapa de carreteras, pero ni rastro de la Tomball pkwy. Después de dar muchas vueltas, de parar a repostar y preguntar infructuosamente en comercios varios, nos dijeron que la Tomball pkwy era una que en el mapa y las señales aparecía con otro nombre. Así cualquiera la encuentra. Recorrimos la carretera de marras pero ni rastro del Rei. Pues nada, media vuelta. Luego nos enteramos de que, efectivamente, estaba en la carretera, pero unas 15 millas más allá de Tomball. Pues qué bien.

Por lo menos vimos un sitio de donuts parecido al de Mars Attacks.
Decidimos entonces enfilar hacia varios outlets (tiendas de saldos) a los que teníamos echado el ojo. Ya que aquí todo es tirando a carete, que mejor que irte a un outlet a buscar cosas de ocasión. Gracias a nuestro mapa, lo encontramos todo muy bien. Lo primero que nos asombró fue, claro, el tamaño. Como todo en Texas: a lo bestia. Y allí, por fin, pude comprarme unas botas Columbia por 64,94 $ (tasas incluidas): una ganga.

El Houston Premium Outlets (una de sus cuatro calles).
Los Factorys de Madrid son para pringaos...
Esta es una tienda del Katty Mills Outlets.
Imaginaos el centro comercial más grande que hayáis visto
(incluido el Houston Premium Outlets) y multiplicarlo por diez.
En una tienda de recuerdos del Katty Mills vimos esta camiseta. Si no fuese porque va en serio me reiría y todo:

Texas no deja de sorprendernos.
(Traduzco: es algo de Texas; no llamamos al 091.)
El sábado fuimos a Houston a mirar las zonas por las que nos habían ofrecido casas. La mayoría estaban por los Houston Heights (zona de pasta) y por la zona alrededor de la Rice University (zona de más pasta). Por los Heights vimos varias casas que nos gustaron, y lo mejor es que no están en la zona de los ricos, sino en barrios residenciales de clase media, y muy cerca (como para poder ir andando) del Farmers' Market Caninos, que abre todos los días. En la Rice vimos una que no estaba mal, pero el barrio da bastante grimita, tan lleno de mansionazas como las de Tony Soprano y con un claro ambiente pijil. Ya veremos, pues.

Un mercadillo casero de los que abundan por aquí.
Después fuimos hacia un Rei, para sacarnos la espinita del viernes, y al llegar nos decepcionó un poco. Pequeño (para cómo son aquí las tiendas) y caro. Como un Decathlon de la Moraleja Green, para entendernos.

Lo bueno es que allí nos encontramos a unos compañeros del curro de Sofi; la noche se animó y salimos por el downtown (el centro: uno de los dos centros de Houston) a cenar y tomar unas birras; que hay que ir acostumbrándose a los elixires americanos, qué demonios.

Hay que añadir que el sábado no nos perdimos ni una vez; gracias al mapa y al Google Earth (que llevábamos en el Netbook; a partir de ahora miniPCcito) recorrimos Houston sin problemas de un lado a otro, sabiendo en todo momento dónde nos encontrábamos. Bueno, hasta el final de la noche. Perdimos un momento la salida a la I-45 y acabamos dando vueltas hasta que nos iluminó un enorme foco: en efecto, un coche de policía (dos, para ser exactos). Nos extrañó que no nos dijesen lo de «pare el motor y ponga las manos en el volante» o algo por el estilo. El sheriff se acercó, nos pidió la licencia de conducir y fue a comprobar datos. Luego, libres ya de sospecha, nos indicó la salida. Tuvimos que dar una par de vueltas más, porque las señales de tráfico en Houston (bueno, en todo el Texas que conocemos) son bastante malas y pequeñas: es muy fácil saltárselas. Menos mal que el coche lo llevaba Sofi (debido a mis tres cervezas en el buche), porque si lo llevo yo entro en pánico.

Por cierto: llenar el depósito sale a 28 euros.

viernes, 13 de enero de 2012

Botas, armas y sombreros

Ya nos han avisado que hay que tener cuidadito con las serpientes en Texas, en especial las de coral, que son mortales. Nos han recomendado que para visitar el campo llevemos siempre botas altas para evitar mordeduras cuando vadeemos los ríos. Como tenemos prevista una visita al Sam Houston National Forest, pasamos por una tienda de deportes que se llama Academy (tipo Decathlon) para hacernos con unas buenas botas de hiking (senderismo), ya que las viejas se han quedado en Madrid.

Para nuestra sorpresa, al cruzar una serie de pasillos nos encontramos con esto:

¿Qué es eso que se ve al fondo?
En efecto (están un poco desenfocadas, pero es que las hicimos de estrangis).
¿Da miedito, eh? Los rifles estaban en la sección de caza, lo que podría ser medio normal, pero ¿los revólveres y las pistolas también se usan para cazar? Por que había un cerro de ellas en el mostrador (no les hicimos fotos, nos dio un poco de palo y al lado nuestro había un chico amartillando la suya).

También encontramos cosas curiosas, como ciervos de plástico para aprender a despiezarlos:

Y si no es para eso, ¿para qué? ¿Para prácticas de veterinaria, quizá?
Y ya en la sección de camping encontramos todo tipo de accesorios para las tiendas, lo normal: piquetas, varillas de repuesto, banderas para la entrada...

¡U-ese-a, u-ese-a...!
Y todo tipo de neveras, incluidas las de tamaño Mordor (las había más grandes, lo juramos):

¡La nevera que necesita Mordor para los festivalacos!
Y en la sección de calzado, que si recordáis era lo que andábamos buscando, nos encontramos esto:

¡Botas y minibotas!
 Y dos pasos más allá, apareció lo que faltaba:

¡Yiiijaaaah! (no me lo compré, por si os lo preguntabais)
Pero no sé de qué nos extrañamos. Total, estamos en Texas, isn't?

miércoles, 11 de enero de 2012

Fin de semana on the road (y II)

¿Ya os hemos dicho que the Woodlands es un pueblo aburridísimo? Nos ha llevado menos de una semana el comprobarlo. Aquí no hay nada que hacer, excepto pasear por los alrededores o visitar el Mall (o sea, el centro comercial), que después del football es el deporte nacional. Así que aquí ni de derechas ni de izquierdas. Todos son de centro; de centro comercial (como cantaban los Lendakaris Muertos). Así que el domingo decidimos ir a visitar algo y así mover el culo un poco.

Empezamos visitando la George Mitchell Nature Preserve, que está en las Woodlands. Pensábamos que podríamos caminar por los 12000 acres de bosque que anuncian, pero la verdad es que lo visitable son un par de pistas preparadas para caminar y montar en bici. En un par de horas recorres la milla y media (algo más de dos kilómetros) que dura el camino. Menudo chasco, con lo que nos costó encontrar la entrada (que está casi oculta y para nada señalizada, para variar, por cierto).

El paseo en sí es bastante agradable, aunque entre que es invierno y muchos árboles han perdido el follaje, y que el día amaneció nublado y con altas probabilidades de lluvia, la reserva se veía un tanto deslucida, tanto que parecía un decorado de The Blair Witch Project, o quizá de Parque Jurásico.

¿Estará la bruja de Blair por los alrededores?
Creo que un velociraptor nos acecha desde dentro de ese tronco...
Eso sí, cuando aparecía el sol el bosque se iluminaba y se intuía el increíble espectáculo que debe ser en otoño, con todos los tonos de amarillos, ocres, rojos y verdes imaginables.

Cuando llega la luz el espectáculo es majestuoso.
Una autofoto, que nunca salimos los dos juntos.
Para los botánicos (es decir, para Albértin) decir que el bosque está formado sobre todo por pinos amarillos, robles pirenaicos robles de agua y liquidámbares y sicómoros americanos, aunque también abundaban los cipreses calvos y los carpes y callicarpas (con sus gumibayas) americanos. Todo esto lo sabemos porque sacamos fotos a los cartelitos que había, no os vayáis a pensar que somos unos hachas de la botánica, que uno es bio- (pero sólo a medias) y la otra geo-. Es decir, cero en botánica (bueno, pinos y robles sí que los supimos detectar, hasta ahí llegamos).

¡Gumibayas! ¡Y son comestibles (no las probamos)!
Tréboles: lo de la izquierda es una patata pringle, para que os hagáis una idea de su tamaño...
En medio de la ruta hay un pequeño lago (el Bedlas Lake) con sitios para sentarse y descansar (¿quizá del agotador camino que puede hacer hasta un niño de cinco años sin despeinarse?). Pasado el lago decidimos salirnos del camino marcado y aventurarnos un poco por la reserva. Cruzamos el arroyuelo que alimenta el lago y encontramos con que no éramos pioneros, precisamente. Vimos una fogata con restos de botellón (sí, en Texas también hay cerdos del género Homo) y una plataforma en un carpe (creo), con mucha basura alrededor. Por supuesto me subí en el acto por hacer el mónguer un rato. Nota mental: la próxima vez llevaremos bolsas para recoger un poco la m**rd* que dejan los amables excursionistas.

 

Visto que en la reserva no nos daba ni para dos horas, menos aún para pasar el día, decidimos salir de las Woodlands y poner rumbo hacia el Sam Houston National Forest, el bosque nacional más grande del estado, recorriendo la I-45 dirección norte. A la altura de New Waverly dejamos la autopista y tomamos la Texas 150 para intentar encontrar la entrada al Sam Houston. Deberíais ver New Waverly. Es lo que te imaginas cuando piensas en un poblacho tejano: casas bajas de madera, muchas con encanto, muchas que parecían sacadas de la Matanza de Texas, comercios destartalados, coches que parecían aparcados de cualquier manera, un carromato (¡un carromato!) y una panda de moteros malotes repostando en la gasolinera del lugar.

¿Esperando a que aparezca Clint Eastwood?
Decidimos seguir la 150 en dirección este, hacia Coldspring, TX. Condujimos varias millas, buscando la entrada al parque. Sólo veíamos fincas particulares a uno y otro lado de la calzada, con sus buzones y todo. Vimos de todo, casuchas miserables, casas peripuestísimas, iglesias y congregaciones varias, camiones abandonados, basura... En general parecía una zona bastante deprimida, muchos negros (¡con petos!) y gente pobre, en general. Todos se giraban y saludaban a los coches que pasaban. Cuando nos cansamos, decidimos que era el momento de buscar un sitio para comer y regresar por donde habíamos venido.

El buzón más molón de la TX-150. Aquí dimos media vuelta.
Y como no había merenderos ni nada que se le pareciese, decidimos parar en el arcén, cuidándonos de no estar enfrente de ninguna casa (a ver si nos iban a venir con lo de la propiedad privada escopeta en mano), y tomar nuestro refrigerio al abrigo del maletero del coche. Ya os dijimos que era grande. Sofi, un sándwich turkey (o sea, de pavo), yo de tofurky (en serio, se llama así. Ya he encontrado tofuchichas la mar de jugosas y fiambre y bacon de mentira; eso sí, ni rastro de soja o de seitán por ningún lado).

Y aquí fue donde paramos.
Nos veo haciendo esto a menudo...
Tenemos que confesar que esto nos pasó por listos; al llegar a New Waverly vimos claramente un cartel en una intersección que indicaba «Sam Houston Information House» a la izquierda. Pero como somos así de inteligentes, decidimos pasar: «será sólo el centro de información, la entrada estará por la derecha», nos dijimos. Pues no, claro. Así que después de comer, al llegar al pueblo pensamos que era una buena idea seguir la señal y llegamos así cómodamente a la entrada al parque. Pero como era tarde y cobraban cinco pavos por entrar, decidimos dejarlo para otro día y aprovecharlo entero.

Nota mental: seguir siempre las indicaciones.

martes, 10 de enero de 2012

Fin de semana on the road (I)

Todavía no os hemos enseñado el coche que nos han dado. Hoy toca. Es un Kia Sportage de 2010, que en España sería un carraco (Sofi cabe cómodamente en el maletero, como podéis comprobar abajo), pero aquí, en Texas, es un coche más bien normalito.


Aunque yo hubiese preferido uno como este, más grande y más molón (estilo Cañonerou):

Mucho más molón, es cuestión de hacerle un tunning estilo MTV.

Después de dar un par de vueltas con él por los Woodlands, decidimos probarlo en carretera de verdad, así que el sábado pusimos rumbo a Houston por la autopista I-45. Yo lo llevé de ida y Sofi de vuelta, aquí la podéis ver emocionada con su coche grande:

Coche grandeee, mi tesssooooro
No hay nada mejor que conducir con un poco de country trash. Puse el reproductor con Bob Wayne a toda pastilla mientras conducíamos directos a Houston, pasando al lado de camioneros, moteros y gentes de todo tipo de calañas.



Y aunque no sabíamos el límite de velocidad (cierto, y sin mirar Wikipedia, ¿lo sabéis alguno?) lo respetamos fijándonos en los otros coches. Mucho tráfico en la I-45 este sábado: era día de football y jugaban los Texans, el equipo local. Recordad el espectáculo folclórico de la final del mundial: coches con banderas en las ventanillas, hordas vistiendo la camiseta de la selección... pues lo mismo pero en Texans. Y sin ser final, ¡que sólo era un partido más!

La primera parada fue el Farmers' Market Canino (que se llama así, no me invento nada: pensamos rápidamente en los Mordors/Caninos). En EE.UU., los Farmers' Markets son mercados donde los productores venden directamente su género, sin pasar por intermediarios. El aspecto es como el de un mercadillo español:


Como en todos lados, comprar sin intermediarios supone el que te ahorras una pasta. En el H-E-B (el hipermercado que tenemos en los Woodlands, que viene a ser como un Carrefour), los precios de las frutas frescas son exorbitantes. Por ejemplo, una cebolla vale entre 77 ¢ y 2 $ la libra (que es menos de medio kilo). Y un pimiento (verde, rojo o amarillo) entre 1 y 1,50 $ la unidad. En el Farmers' Market es más barato, aunque tampoco es la panacea: todo es mucho más caro que en España, pero por lo menos no te arruinas para poder comer una ensalada. Compramos todo esto (¡por cierto, es nuestra primera compra en la que nos dan bolsas de papel!) por menos de 20 $. En Madrid probablemente hubiese rondado los 10 €, pero en un hiper de aquí nos hubiese costado unos 30 $:

¡Verduritas ricas y «baratas»!
Los precios en el H-E-B.

Después de esto sopesamos seriamente el ponernos un huerto en la casa a la que nos mudemos.

Después de comprar la verdura y el pan en una panadería que había enfrente (y que con sólo entrar se te disparaban los niveles de azúcar y colesterol), fuimos al Ikea de Houston a comprar enseres para la casa. Normalmente lo compraríamos en un chino, pero aquí no gastan de esos. Así que la cosa queda entre Ikea y un Marshalls, por lo que fuimos a comparar precios (todavía no conocíamos el Bed, Bath, and Beyond, que es más barato que los otros dos).

Después de hacer unas compras fuimos al downtown a pasear un poco y comer algo. Andando por Central Houston nos encontramos con que Eduardo Manostijeras había pasado por allí. Entre las muchas esculturas vimos un poni, con lo que pensamos rápidamente en el Paseo en Poni de Belén:


Luego vuelta a casa, previo paso por Frys (donde cayó el primer disco: el Grinderman 2 ¡a sólo 6 $!) y el Bed, Bath, and Beyond, con el dependiente (uno de muchos) vistiendo la camiseta de los Texans. Si Karlos se quejaba de que estaba harto de ver camisetas del Barça en su trabajo debería venir aquí. Y cenamos tan ricamente un poco de brócoli recién comprado en el Farmers'. ¡Y tan a gusto, oigan!