¡Escucha el «tren de texas»!

miércoles, 2 de mayo de 2012

Stop executions!!

Todos los días muere gente, aunque no nos enteremos. En cualquier parte del mundo, alguien estará muriendo mientras escribo esto, mientras vosotros lo leéis. No le conocemos, no nos importa. Y no sabemos cuándo sucederá.

Pero hoy, hoy sí lo sabemos. Anthony Bartee va a morir hoy.  No le conozco, pero sí me importa.

Anthony está acusado de matar a un amigo suyo en 1996. Fue condenado entonces a la pena de muerte. Durante estos años, han aparecido nuevas evidencias que no han sido tenidas en cuenta aún. Según sus abogados, existen muchas muestras de ADN que aún no han sido analizadas y que podrían exonerarle. El propio juez que ordenó parar la ejecución el pasado 23 de febrero ha decidido ahora que no necesita esos análisis y ordenó una nueva fecha para la ejecución: hoy. Será la sexta persona asesinada legalmente en Texas en lo que va de año.

No voy a decir que es inocente, porque no lo sé. Tampoco diré que es culpable, porque tampoco lo sé. En realidad me da igual que lo sea.

PD: A él quería dedicarle una canción. Era «Death Row», de Rico Bell acompañado por los Piney Valley Cosmonauts. El tema apareció en The Executioner's Last Songs Vol. 2, un recopilatorio de los Pine Valley Cosmonauts contra la pena de muerte. Pero hoy no funciona el servicio de subida del divshare.

--- edit: (5 de mayo) ---

PPD: ya funciona, aquí está el tema.



PPPD: la ejecución de Anthony ha sido aplazada por una corte de apelación. Una buena noticia, pero que tampoco anima a ser optimista visto el panorama general: en Texas hay siete ejecuciones programadas para este año.

martes, 1 de mayo de 2012

Rodeo Parade (¡adiós a las fresas!)

Uno de los comentarios que más escuchamos mientras estuvimos la pasada semana en Madrid fue «¡A ver si actualizáis el blog, que estamos de las [improperio 1] fresas hasta los [improperio 2]!». Los improperios 1 y 2 dependían de quién lo dijese: familia o amigo. E iban desde las versiones más polite hasta las más burras. El significado, en todo caso, era el mismo: esto ya olía.

¡No os preocupéis más! Se acabaron las fresas. Y para que se acaben bien, vamos con una entrada con muchas fotos, que la ocasión lo mereció.


El 24 de febrero fue en Houston la Rodeo Parade, que podríamos traducir como la cabalgata del rodeo. Cienes y cienes de aguerridos cowboys, cowgirls y cowchildren tomaron el centro de Houston al grito de Yiiija!

Durante esas fechas se celebraba el Houston Livestock Show & Rodeo, que consiste en una convención con puestos de comida, fiesta, conciertos (desde ZZ Top hasta, ejem, Enrique Iglesias —yuyu—) y, por supuesto, rodeos y bullfightin'. Vamos, como los ir a los toros pero con sombreros de cowboy en vez de monteras. El espectáculo de marras vale un pasta, y como no nos apetecía pagar por ello nos apuntamos a lo que era gratis: la cabalgata.

Lo único malo, aparte del frío que hizo, es que tuvimos que sacrificar una mañana dormir hasta tarde por ver el desfile. Bajamos de Woodlands y fuimos a aparcar a la zona de Richmond, al este del downtown. A un paseíto del desfile, unos veinte minutillos de nada. Por allí nos encontramos una pintada que se llevó la primera foto del día:


Bueno, dejemos ya el romanticismo y pongámonos en faena: el desfile.

Lo primero mencionar que los Texanos se toman lo de los desfiles muy en serio; aquí son unos profesionales del tema. Las familias toman sus puestos con horas de antelación mientras despliegan sus aparejos: sillas plegables, neveras repletas de comida y bebida, banderas (siempre hay banderas) y, si el tiempo lo requiere, mantas para pasar el frío.

El desfile consistió en ver pasar a decenas y decenas y decenas de grupos de jinetes, llamados trail riders, que son como clubes de moteros, pero a caballo. Los había de todos los tamaños, colores y sabores, y todos ellos estaban bien engalanados, con sus camisas, sombreros y botas perfectamente lustradas y con las hebillas y espuelas bien brillantes. Y, por supuesto, banderas.


Como podéis comprobar en las fotos los chicanos, en general, eran mucho más elegantes. Sus caballos eran los más bonitos (y los llevaban haciendo cabriolas), montaban sillas más decoradas y vestían trajes más trabajados y espectaculares. Y sus espuelas, claro, eran mucho más grandes:

Prueba de agudeza visual: ¿cuál de las dos espuelas pertenece a un mexicano?
No todo eran caballos y carretas. Entre tanto carromato, jinete y amazona había hueco para las bandas de música de los institutos (todo profesionalidad, henchidos como pavos con sus uniformes y sus majorettes marcando el paso),


grupos de bailes regionales,


payasos,


los tipos esos de las sogas,


y acróbatas a caballo.

¡U-ese-a, u-ese-a...!
Y así todo el rato (tooodo el rato). Pero tranquilos, recordad que estamos en la sociedad del espectáculo, así que de vez en cuando tocaba la pausa publicitaria: las carrozas de los patrocinadores, que iban apareciendo poco a poco como si de anuncios mientras ves una película se tratase (supermercados, sitios de comida rápida, bancos, petroleras y demases):

La diligencia del Wells & Fargo.
Y adivinad cuál fue el personaje más aplaudido de todos. ¿Algún vaquero haciendo cabriolas? ¿Los del lazo? ¿Las amazonas acróbatas? No. Frío frío.

¿Alguien tiene un rifle a mano?
Sí, amigos: el puñetero Ronald McDonald. Realmente nos dio miedo. No el personaje, sino la situación en sí. Brrrrrrrrrr. Yuyu.

Y tan pronto como terminó, acabó. De repente, todo el mundo empezó a recoger los bártulos y a largarse de la zona como si estuviese prohibido quedarse allí. Nosotros decidimos dar un paseo por el downtown, que todavía no lo habíamos pateado a conciencia.

El centro, como ocurre con todas las ciudades tejanas, es la zona de negocios, donde están los rascacielos y las grandes avenidas. En Houston puedes encontrar majestuosos edificios de oficinas, los estadios deportivos, parkings de esos de varias plantas (los que salen siempre en las pelis) y solares para aparcar (a un módico precio). Y ya está. Nada de tiendas, nada de cafés, nada de gente en la calle, nada de nada. De nada: en el centro no hay vida más allá de los negocios (y de los eventos deportivos). Hasta un intento de centro comercial estaba prácticamente desierto.

¿Hay alguien ahí...?
Así fue que nos encontramos paseando por un barrio fantasma. Me vino a la cabeza el «Ghost Town» de los Specials, que estuve canturreando todo el rato.



Así que nada, pusimos pies en polvorosa para huir de ese inhóspito paisaje urbano. Volvimos al coche dando un paseíto y buscando un sitio para comer (en el downtown no había nada, nada apetecible, al menos) y terminamos en un restaurante chino tomando un arroz que nos supo a gloria.

Llegando al barrio donde habíamos aparcado, nos encontramos esto:


No sabemos lo que es, pero molar, mola un rato.