¡Escucha el «tren de texas»!

miércoles, 15 de febrero de 2012

Fresas con chocolate (a vueltas con San Valentín) y otros postres tejanos

Parece ser que por aquí, una cosa muy típica de San Valentín son las fresas bañadas en chocolate. Por supuesto, todo lo «típico y estacional» (léase huesos de santo, torrijas, etc.) vale su peso en oro, así que ¡lo mejor es hacértelo tú! Así que aprovechando que esa mañana acabábamos de comprar unas fresas, decidí darles un baño de chocolate y tomárnoslas de postre:

¡Mmmmm... chocolaateee!
Como veis, he conseguido una de mis pasiones: el chocolate rosa. Lo hice improvisando, fundiendo chocolate blanco de cobertura y añadiéndole unos polvos para hacer mus de fresa que venden en el súper. Los polvillos en cuestión tienen el color y sabor exacto que esperaba (exactamente artificial, quiero decir: sabor fresa frigopie). Lo único malo es que al mezclarlos con el chocolate blanco no adquiría el tono rosa deseado, así que los tuve que añadir mezclados con un poco de leche. Resultado: una cobertura que no terminaba de endurecerse. Pero el sabor: ¡perfecto!

Como experimento de repostería local, no ha estado mal. Mejor que mi primer intento: la famosa tarta de cerezas. No salió mal, pero el saborcillo me resultó un tanto artificial (Como si fuese una tarta de piruletas de corazón, ya conocéis ese sabor):

¡Mmmmm... tartiitaaa!
La masa la hice tal y como pedían en al receta: harina y Crisco (aceite vegetal). Un asco. El Crisco ese deja un regustillo aceitoso a la masa que no me terminó de convencer. La próxima vez lo hago con mantequilla. Pero sin quejarnos: nos la zampamos con un poco de helado de vainilla. No hay postre que no arregle una buena bola de helado de vainilla.

Y bueno, para terminar, Sofi me dijo que fotografiásemos esto para Anuski:


Ya sabéis, ¡aquí todo es de tamaño grande!

martes, 14 de febrero de 2012

Valentine's Day

¡Huid! ¡Escondeos! ¡Ya llega! ¡Aaaaaaaah! ¡Es San Valentín! No, gracias a Wikipedia, sabemos que San Valentín no es una fiesta que se hayan inventado los centros comerciales (¿os acordáis del «Día del amor» de los Simpson?), pero para el caso, como si lo fuera. En la sociedad de consumo (y vivimos en un país donde alcanza su máximo esplendor) nada está a salvo de la mercantilización.

Pero para que no me llaméis garrulo, celebremos la onomástica de Valentino con una canción. Siempre pienso en una canción de los Drive-By Truckers llamada «Be My Valentine» «Feb 14», pero como no me gusta nada, la voy a sustituir por otra, también romanticona titulada «Marry Me («Cásate conmigo», en lengua vernácula). Dicho sea de paso, con esta canción me enamoré de la banda de Athens:
 


El caso es que en España, el celebrar por todo lo alto el día de San Valentín está visto como algo un poco hortera. Sí, alguna flor o bombones, quizá una cena (nunca es mal momento para darse una cena, y San Valentín es una excusa tan buena como la Superbowl o la final de la Champions), pero aquí el día de marras alcanza unos niveles de horterez que asusta. No basta con flores o bombones, no, ¿qué tal unos diamantes? Sí, desde hace unas semanas, el bombardeo mediático de joyerías es abrumador. Pensadlo bien: diamantes. Algo, vamos, que todo el mundo puede permitirse. Pensadlo otra vez: diamantes.

Lo más divertido es ver como se lo toman tan en serio como, digamos, las Navidades. Nuestra vecina, por ejemplo, quitó la decoración navideña y la cambió, a mediados de enero (¡a mediados de enero!), por la de San Valentín. ¿Vas al supermercado? San Valentín al canto. ¿Vas al Banco? Querubines otra vez, por doquier.

¿No quieres caldo? Pues toma tres tazas.
Así que hoy he aprovechado unas compras para fotografiar el súper, que lo han dejado de lo más peripuesto, para que veáis que no miento:

Mira qué mona, la sección de medicinas...
... y la pastelería...
... y la chocolatería...
... y la floristería, faltaría más.
¡Hasta tiene una cola especial para las compras de San Valentín!


Y por supuesto, las principales marcas aprovechas para lanzar sus propias líneas de San Valentín:

Como los m&m's.
Miedo me da cuando se acerque el 4 de julio...


miércoles, 1 de febrero de 2012

Un sábado multicultural

El viernes pasado anduvimos deambulando, otra vez, por Houston. Primero aprovechamos para ir a darnos de alta como residentes en el Consulado de España. Así que ya, oficialmente, somos residentes en los U.S.A. (repetid con orgullo: ¡¡u-ese-a, u-ese-a, u-ese-a!!  No puedo evitarlo: cada vez que veo u oigo la palabra «U.S.A.», mi mente grita «¡¡u-ese-a, u-ese-a, u-ese-a!!»). Ejem. Dejémonos de chorradas.

McUSA.
Aprovechamos también para ver casas y dar una vuelta por los barrios. Estuvimos paseando bastante por los Houston Heights (la zona W.A.S.P., es decir: blancos con pasta), donde se ven unas casas que ni las mansiones sureñas de Lo que el viento se llevó. Hasta ahora, la zona de Westheimer-Richmond va ganando: se ve más vidilla en sus calles (y un sospechoso alto número de sitios de tatuaje). Es una zona con un rollo malasañero/modernito, pero si quieres vida en la calle (y aceras para pasear) es lo que hay. Recordad: en Houston no hay aceras.

Casoplones en Houston Heights.
O ssea, ya ssabess... como lass de Lo que el viento sse llevó.
Volvimos a las Woodlands a tiempo para un par de cervecitas y dejar en el bar solos a los americanos del trabajo de Sofi, que tenían ganas de karaoke. Yuyu.

El sábado amanecimos para acercarnos a Chinatown, porque eran las celebraciones oficiales del año nuevo chino (que fue el martes). ¡Feliz año del dragón a todo el mundo! El año pasado nos pilló en Nueva York y pasamos una mañana muy entretenida en Chinatown, viendo a las comparsas con sus dragones haciendo sus ofrendas y bailes en todas las tiendas del barrio. Así que este año pensábamos repetir la jugada.

Pero cuando llegamos al Chinatown de Houston la cosa fue otra. Lo primero que se ve son las carpas de los patrocinadores. Un rollo. Que si Xfinity, que si Comcast, que si bla, bla, bla. Todos los puestos con comerciales chino-americanos, por supuesto. Sólo faltaba el McDonnald's.


Entramos al pabellón de convenciones siguiendo a un dragón y nos encontramos con un espectáculo (muy amateur todo) de danzas tradicionales y folclore variado, con entreactos en los que las personalidades (los politicastros de turno) daban un discurso. Por cierto, en EE.UU., por lo que llevamos visto, todas las celebraciones son así. Puaj. Dimos una vuelta por el centro y en diez minutos ya estaba todo visto. Lo único que podíamos hacer era comer algo, y como no teníamos hambre, dimos por finalizada la operación año nuevo chino. Menudo fracaso.

 
Lo mejor eran los dragones.
Lamentablemente casi no vimos el espectáculo de la danza del dragón.
Después bajamos a la zona de Westheimer-Richmond para echarle un ojo a un par de tiendas de cómics y discos que teníamos localizadas. Por cierto, Westheimer Rd. es una «calle» de unas diez millas de largo (¡!). Llegamos desde Chinatown hasta el centro siguiendo la calle. Entre medias, puedes encontrarte ovnis y todo:

Ovni en el cruce de Westheimer con Sage.
La tienda de cómics resultó ser una librería de libros guays, como de estudiantes progres multiculturales de escuela de arte. Ya sabéis, muchos fanzines de arte y libros sobre Black Power y punk-rock. Estuve hojeando una traducción inglesa de La sociedad del espectáculo de Guy Debord. Intenté leer un poco, pero todavía no tengo un nivel de inglés como para leer filosofía política sin que me de dolor de cabeza. Por cierto, fue un aviso de lo que vendría luego.

Estuvimos paseando y buscando un sitio para comer. Nos hizo tilín uno que anunciaba «cocina mediterránea», lo que aquí significa cocina griega y turca: gyros, kebap, faláfel y hummus. Por cierto, mucho más ricos que en Madrid. Mi faláfel llevaba salsa de yogur y tahína, cebolla cruda, olivas y pepinillos. A años luz de la porquería de tomate/lechuga/salsa picante de los Dönner Kebabs. Y el hummus estaba realmente rico. Me gusta más el que hago yo, pero era mejor que los preparados que he visto y probado por madriles. Un acierto.

Haciendo tiempo para la noche (teníamos un plan, pero mantendré el suspense un poco más), bajamos un poco al sur para inspeccionar un par de tiendas de discos que tenía marcadas. Cactus Music estaba bastante bien, aunque era tirando a cara (por ejemplo, el DVD Twenty de Pearl Jam a 22 dólares). Tenían una buena oferta de vinilos de segunda mano, muchos de ellos a precios razonables (por ejemplo, el Younger than Yestarday de the Byrds a 7 dólares). También tenían una serie de camisetas de diseño propio la mar de molonas, y un escenario para conciertos pequeños. Muy buena pinta. Incluso nos han contado que de vez en cuando hay exposiciones del cartelista original de los Doors, que vive por aquí y se está quedando ciego, el pobre.

Esta foto la hemos sacado de aquí.
Luego bajamos un par de manzanas a Black Dog Records. Esta era la clásica de vinilos de segunda mano. Los precios eran tirando a razonables, con alguna que otra clavada. No tenían mucho punk (los de Dead Kennedys que tenían eran reediciones), que es lo que ando buscando ahora, pero vi el Saved y el Shot of Love de Dylan a precios módicos (en torno a 10 dólares). No me compré nada, pero acabarán cayendo; en contra de la opinión mayoritaria, a mí la etapa cristiana de Dylan me parece muy interesante.

Después de salir de las tiendas con las manos en los bolsillos (qué duro es; pero sólo fuimos a chequear, no a gastar) volvimos hacia downtown para el plan de la noche: en el curro de Sofi nos habían dado entradas para el partido de los Houston Rockets, el equipo local de la NBA. Más que deporte, aquello es espectáculo puro y duro. Mercadotecnia por los cuatro costados. Como hemos visto ya en la tele. Salen las animadoras, hacen su numerito, salen los jugadores visitantes (ni caso), la mascota (un oso) haciendo el ganso y animando al personal. Hasta que se apagan las luces y van presentando a los jugadores locales. Puedes saber quien es la estrella por la intensidad de los aplausos. Creo que el que más mola ahora es un argentino llamado Luis Scola.

Saliendo el equipo local (y las animadoras en las bandas).
Las entradas, por cierto, eran de palco privado, ocupado por el grupo de Sofi. Además de ver el partido, puedes ponerte hasta el tranchete de comida y bebida: refrescos, cervezas, agua, una zona caliente para hacerte tus tacos y varias salsas para mojar los nachos o las palomitas, fruta pelada y cortada, dulces, carrito de postres... Todo gratis para el usuario. Y con camarero incluido.

Nada más comenzado el primer cuarto, aparecieron en el palco dos chicas vestidas de animadoras para hacerse fotos con el personal. Sonrisas mil y extrema simpatía (¡como me gusta ser una mujer objeto!) mientras el profuso babeo masculino encharcaba el suelo.

Cada tiempo muerto: más espectáculo. Además de las animadoras había concursos (en plan «encesta 5 tiros libres en menos de treinta segundos y gana un viaje a París» y otros similares), personalidades que bajaban a hacerse la foto, bailes varios, majoretes, percusionistas... Muy U.S.A. todo.


¿El partido? Pues jugaron contra los New York Knicks y ganaron por paliza. Pero el juego, ya os digo, es lo de menos.

¿Lo mejor? Pues que nos dieron al entrar un par de esas manos de espuma que se ven por la tele:

Lo mejor del espectáculo: las manos de espuma.
¡Ay, Debord, cuánta razón tenías!