¡Escucha el «tren de texas»!

miércoles, 2 de mayo de 2012

Stop executions!!

Todos los días muere gente, aunque no nos enteremos. En cualquier parte del mundo, alguien estará muriendo mientras escribo esto, mientras vosotros lo leéis. No le conocemos, no nos importa. Y no sabemos cuándo sucederá.

Pero hoy, hoy sí lo sabemos. Anthony Bartee va a morir hoy.  No le conozco, pero sí me importa.

Anthony está acusado de matar a un amigo suyo en 1996. Fue condenado entonces a la pena de muerte. Durante estos años, han aparecido nuevas evidencias que no han sido tenidas en cuenta aún. Según sus abogados, existen muchas muestras de ADN que aún no han sido analizadas y que podrían exonerarle. El propio juez que ordenó parar la ejecución el pasado 23 de febrero ha decidido ahora que no necesita esos análisis y ordenó una nueva fecha para la ejecución: hoy. Será la sexta persona asesinada legalmente en Texas en lo que va de año.

No voy a decir que es inocente, porque no lo sé. Tampoco diré que es culpable, porque tampoco lo sé. En realidad me da igual que lo sea.

PD: A él quería dedicarle una canción. Era «Death Row», de Rico Bell acompañado por los Piney Valley Cosmonauts. El tema apareció en The Executioner's Last Songs Vol. 2, un recopilatorio de los Pine Valley Cosmonauts contra la pena de muerte. Pero hoy no funciona el servicio de subida del divshare.

--- edit: (5 de mayo) ---

PPD: ya funciona, aquí está el tema.



PPPD: la ejecución de Anthony ha sido aplazada por una corte de apelación. Una buena noticia, pero que tampoco anima a ser optimista visto el panorama general: en Texas hay siete ejecuciones programadas para este año.

martes, 1 de mayo de 2012

Rodeo Parade (¡adiós a las fresas!)

Uno de los comentarios que más escuchamos mientras estuvimos la pasada semana en Madrid fue «¡A ver si actualizáis el blog, que estamos de las [improperio 1] fresas hasta los [improperio 2]!». Los improperios 1 y 2 dependían de quién lo dijese: familia o amigo. E iban desde las versiones más polite hasta las más burras. El significado, en todo caso, era el mismo: esto ya olía.

¡No os preocupéis más! Se acabaron las fresas. Y para que se acaben bien, vamos con una entrada con muchas fotos, que la ocasión lo mereció.


El 24 de febrero fue en Houston la Rodeo Parade, que podríamos traducir como la cabalgata del rodeo. Cienes y cienes de aguerridos cowboys, cowgirls y cowchildren tomaron el centro de Houston al grito de Yiiija!

Durante esas fechas se celebraba el Houston Livestock Show & Rodeo, que consiste en una convención con puestos de comida, fiesta, conciertos (desde ZZ Top hasta, ejem, Enrique Iglesias —yuyu—) y, por supuesto, rodeos y bullfightin'. Vamos, como los ir a los toros pero con sombreros de cowboy en vez de monteras. El espectáculo de marras vale un pasta, y como no nos apetecía pagar por ello nos apuntamos a lo que era gratis: la cabalgata.

Lo único malo, aparte del frío que hizo, es que tuvimos que sacrificar una mañana dormir hasta tarde por ver el desfile. Bajamos de Woodlands y fuimos a aparcar a la zona de Richmond, al este del downtown. A un paseíto del desfile, unos veinte minutillos de nada. Por allí nos encontramos una pintada que se llevó la primera foto del día:


Bueno, dejemos ya el romanticismo y pongámonos en faena: el desfile.

Lo primero mencionar que los Texanos se toman lo de los desfiles muy en serio; aquí son unos profesionales del tema. Las familias toman sus puestos con horas de antelación mientras despliegan sus aparejos: sillas plegables, neveras repletas de comida y bebida, banderas (siempre hay banderas) y, si el tiempo lo requiere, mantas para pasar el frío.

El desfile consistió en ver pasar a decenas y decenas y decenas de grupos de jinetes, llamados trail riders, que son como clubes de moteros, pero a caballo. Los había de todos los tamaños, colores y sabores, y todos ellos estaban bien engalanados, con sus camisas, sombreros y botas perfectamente lustradas y con las hebillas y espuelas bien brillantes. Y, por supuesto, banderas.


Como podéis comprobar en las fotos los chicanos, en general, eran mucho más elegantes. Sus caballos eran los más bonitos (y los llevaban haciendo cabriolas), montaban sillas más decoradas y vestían trajes más trabajados y espectaculares. Y sus espuelas, claro, eran mucho más grandes:

Prueba de agudeza visual: ¿cuál de las dos espuelas pertenece a un mexicano?
No todo eran caballos y carretas. Entre tanto carromato, jinete y amazona había hueco para las bandas de música de los institutos (todo profesionalidad, henchidos como pavos con sus uniformes y sus majorettes marcando el paso),


grupos de bailes regionales,


payasos,


los tipos esos de las sogas,


y acróbatas a caballo.

¡U-ese-a, u-ese-a...!
Y así todo el rato (tooodo el rato). Pero tranquilos, recordad que estamos en la sociedad del espectáculo, así que de vez en cuando tocaba la pausa publicitaria: las carrozas de los patrocinadores, que iban apareciendo poco a poco como si de anuncios mientras ves una película se tratase (supermercados, sitios de comida rápida, bancos, petroleras y demases):

La diligencia del Wells & Fargo.
Y adivinad cuál fue el personaje más aplaudido de todos. ¿Algún vaquero haciendo cabriolas? ¿Los del lazo? ¿Las amazonas acróbatas? No. Frío frío.

¿Alguien tiene un rifle a mano?
Sí, amigos: el puñetero Ronald McDonald. Realmente nos dio miedo. No el personaje, sino la situación en sí. Brrrrrrrrrr. Yuyu.

Y tan pronto como terminó, acabó. De repente, todo el mundo empezó a recoger los bártulos y a largarse de la zona como si estuviese prohibido quedarse allí. Nosotros decidimos dar un paseo por el downtown, que todavía no lo habíamos pateado a conciencia.

El centro, como ocurre con todas las ciudades tejanas, es la zona de negocios, donde están los rascacielos y las grandes avenidas. En Houston puedes encontrar majestuosos edificios de oficinas, los estadios deportivos, parkings de esos de varias plantas (los que salen siempre en las pelis) y solares para aparcar (a un módico precio). Y ya está. Nada de tiendas, nada de cafés, nada de gente en la calle, nada de nada. De nada: en el centro no hay vida más allá de los negocios (y de los eventos deportivos). Hasta un intento de centro comercial estaba prácticamente desierto.

¿Hay alguien ahí...?
Así fue que nos encontramos paseando por un barrio fantasma. Me vino a la cabeza el «Ghost Town» de los Specials, que estuve canturreando todo el rato.



Así que nada, pusimos pies en polvorosa para huir de ese inhóspito paisaje urbano. Volvimos al coche dando un paseíto y buscando un sitio para comer (en el downtown no había nada, nada apetecible, al menos) y terminamos en un restaurante chino tomando un arroz que nos supo a gloria.

Llegando al barrio donde habíamos aparcado, nos encontramos esto:


No sabemos lo que es, pero molar, mola un rato.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Fresas con chocolate (a vueltas con San Valentín) y otros postres tejanos

Parece ser que por aquí, una cosa muy típica de San Valentín son las fresas bañadas en chocolate. Por supuesto, todo lo «típico y estacional» (léase huesos de santo, torrijas, etc.) vale su peso en oro, así que ¡lo mejor es hacértelo tú! Así que aprovechando que esa mañana acabábamos de comprar unas fresas, decidí darles un baño de chocolate y tomárnoslas de postre:

¡Mmmmm... chocolaateee!
Como veis, he conseguido una de mis pasiones: el chocolate rosa. Lo hice improvisando, fundiendo chocolate blanco de cobertura y añadiéndole unos polvos para hacer mus de fresa que venden en el súper. Los polvillos en cuestión tienen el color y sabor exacto que esperaba (exactamente artificial, quiero decir: sabor fresa frigopie). Lo único malo es que al mezclarlos con el chocolate blanco no adquiría el tono rosa deseado, así que los tuve que añadir mezclados con un poco de leche. Resultado: una cobertura que no terminaba de endurecerse. Pero el sabor: ¡perfecto!

Como experimento de repostería local, no ha estado mal. Mejor que mi primer intento: la famosa tarta de cerezas. No salió mal, pero el saborcillo me resultó un tanto artificial (Como si fuese una tarta de piruletas de corazón, ya conocéis ese sabor):

¡Mmmmm... tartiitaaa!
La masa la hice tal y como pedían en al receta: harina y Crisco (aceite vegetal). Un asco. El Crisco ese deja un regustillo aceitoso a la masa que no me terminó de convencer. La próxima vez lo hago con mantequilla. Pero sin quejarnos: nos la zampamos con un poco de helado de vainilla. No hay postre que no arregle una buena bola de helado de vainilla.

Y bueno, para terminar, Sofi me dijo que fotografiásemos esto para Anuski:


Ya sabéis, ¡aquí todo es de tamaño grande!

martes, 14 de febrero de 2012

Valentine's Day

¡Huid! ¡Escondeos! ¡Ya llega! ¡Aaaaaaaah! ¡Es San Valentín! No, gracias a Wikipedia, sabemos que San Valentín no es una fiesta que se hayan inventado los centros comerciales (¿os acordáis del «Día del amor» de los Simpson?), pero para el caso, como si lo fuera. En la sociedad de consumo (y vivimos en un país donde alcanza su máximo esplendor) nada está a salvo de la mercantilización.

Pero para que no me llaméis garrulo, celebremos la onomástica de Valentino con una canción. Siempre pienso en una canción de los Drive-By Truckers llamada «Be My Valentine» «Feb 14», pero como no me gusta nada, la voy a sustituir por otra, también romanticona titulada «Marry Me («Cásate conmigo», en lengua vernácula). Dicho sea de paso, con esta canción me enamoré de la banda de Athens:
 


El caso es que en España, el celebrar por todo lo alto el día de San Valentín está visto como algo un poco hortera. Sí, alguna flor o bombones, quizá una cena (nunca es mal momento para darse una cena, y San Valentín es una excusa tan buena como la Superbowl o la final de la Champions), pero aquí el día de marras alcanza unos niveles de horterez que asusta. No basta con flores o bombones, no, ¿qué tal unos diamantes? Sí, desde hace unas semanas, el bombardeo mediático de joyerías es abrumador. Pensadlo bien: diamantes. Algo, vamos, que todo el mundo puede permitirse. Pensadlo otra vez: diamantes.

Lo más divertido es ver como se lo toman tan en serio como, digamos, las Navidades. Nuestra vecina, por ejemplo, quitó la decoración navideña y la cambió, a mediados de enero (¡a mediados de enero!), por la de San Valentín. ¿Vas al supermercado? San Valentín al canto. ¿Vas al Banco? Querubines otra vez, por doquier.

¿No quieres caldo? Pues toma tres tazas.
Así que hoy he aprovechado unas compras para fotografiar el súper, que lo han dejado de lo más peripuesto, para que veáis que no miento:

Mira qué mona, la sección de medicinas...
... y la pastelería...
... y la chocolatería...
... y la floristería, faltaría más.
¡Hasta tiene una cola especial para las compras de San Valentín!


Y por supuesto, las principales marcas aprovechas para lanzar sus propias líneas de San Valentín:

Como los m&m's.
Miedo me da cuando se acerque el 4 de julio...


miércoles, 1 de febrero de 2012

Un sábado multicultural

El viernes pasado anduvimos deambulando, otra vez, por Houston. Primero aprovechamos para ir a darnos de alta como residentes en el Consulado de España. Así que ya, oficialmente, somos residentes en los U.S.A. (repetid con orgullo: ¡¡u-ese-a, u-ese-a, u-ese-a!!  No puedo evitarlo: cada vez que veo u oigo la palabra «U.S.A.», mi mente grita «¡¡u-ese-a, u-ese-a, u-ese-a!!»). Ejem. Dejémonos de chorradas.

McUSA.
Aprovechamos también para ver casas y dar una vuelta por los barrios. Estuvimos paseando bastante por los Houston Heights (la zona W.A.S.P., es decir: blancos con pasta), donde se ven unas casas que ni las mansiones sureñas de Lo que el viento se llevó. Hasta ahora, la zona de Westheimer-Richmond va ganando: se ve más vidilla en sus calles (y un sospechoso alto número de sitios de tatuaje). Es una zona con un rollo malasañero/modernito, pero si quieres vida en la calle (y aceras para pasear) es lo que hay. Recordad: en Houston no hay aceras.

Casoplones en Houston Heights.
O ssea, ya ssabess... como lass de Lo que el viento sse llevó.
Volvimos a las Woodlands a tiempo para un par de cervecitas y dejar en el bar solos a los americanos del trabajo de Sofi, que tenían ganas de karaoke. Yuyu.

El sábado amanecimos para acercarnos a Chinatown, porque eran las celebraciones oficiales del año nuevo chino (que fue el martes). ¡Feliz año del dragón a todo el mundo! El año pasado nos pilló en Nueva York y pasamos una mañana muy entretenida en Chinatown, viendo a las comparsas con sus dragones haciendo sus ofrendas y bailes en todas las tiendas del barrio. Así que este año pensábamos repetir la jugada.

Pero cuando llegamos al Chinatown de Houston la cosa fue otra. Lo primero que se ve son las carpas de los patrocinadores. Un rollo. Que si Xfinity, que si Comcast, que si bla, bla, bla. Todos los puestos con comerciales chino-americanos, por supuesto. Sólo faltaba el McDonnald's.


Entramos al pabellón de convenciones siguiendo a un dragón y nos encontramos con un espectáculo (muy amateur todo) de danzas tradicionales y folclore variado, con entreactos en los que las personalidades (los politicastros de turno) daban un discurso. Por cierto, en EE.UU., por lo que llevamos visto, todas las celebraciones son así. Puaj. Dimos una vuelta por el centro y en diez minutos ya estaba todo visto. Lo único que podíamos hacer era comer algo, y como no teníamos hambre, dimos por finalizada la operación año nuevo chino. Menudo fracaso.

 
Lo mejor eran los dragones.
Lamentablemente casi no vimos el espectáculo de la danza del dragón.
Después bajamos a la zona de Westheimer-Richmond para echarle un ojo a un par de tiendas de cómics y discos que teníamos localizadas. Por cierto, Westheimer Rd. es una «calle» de unas diez millas de largo (¡!). Llegamos desde Chinatown hasta el centro siguiendo la calle. Entre medias, puedes encontrarte ovnis y todo:

Ovni en el cruce de Westheimer con Sage.
La tienda de cómics resultó ser una librería de libros guays, como de estudiantes progres multiculturales de escuela de arte. Ya sabéis, muchos fanzines de arte y libros sobre Black Power y punk-rock. Estuve hojeando una traducción inglesa de La sociedad del espectáculo de Guy Debord. Intenté leer un poco, pero todavía no tengo un nivel de inglés como para leer filosofía política sin que me de dolor de cabeza. Por cierto, fue un aviso de lo que vendría luego.

Estuvimos paseando y buscando un sitio para comer. Nos hizo tilín uno que anunciaba «cocina mediterránea», lo que aquí significa cocina griega y turca: gyros, kebap, faláfel y hummus. Por cierto, mucho más ricos que en Madrid. Mi faláfel llevaba salsa de yogur y tahína, cebolla cruda, olivas y pepinillos. A años luz de la porquería de tomate/lechuga/salsa picante de los Dönner Kebabs. Y el hummus estaba realmente rico. Me gusta más el que hago yo, pero era mejor que los preparados que he visto y probado por madriles. Un acierto.

Haciendo tiempo para la noche (teníamos un plan, pero mantendré el suspense un poco más), bajamos un poco al sur para inspeccionar un par de tiendas de discos que tenía marcadas. Cactus Music estaba bastante bien, aunque era tirando a cara (por ejemplo, el DVD Twenty de Pearl Jam a 22 dólares). Tenían una buena oferta de vinilos de segunda mano, muchos de ellos a precios razonables (por ejemplo, el Younger than Yestarday de the Byrds a 7 dólares). También tenían una serie de camisetas de diseño propio la mar de molonas, y un escenario para conciertos pequeños. Muy buena pinta. Incluso nos han contado que de vez en cuando hay exposiciones del cartelista original de los Doors, que vive por aquí y se está quedando ciego, el pobre.

Esta foto la hemos sacado de aquí.
Luego bajamos un par de manzanas a Black Dog Records. Esta era la clásica de vinilos de segunda mano. Los precios eran tirando a razonables, con alguna que otra clavada. No tenían mucho punk (los de Dead Kennedys que tenían eran reediciones), que es lo que ando buscando ahora, pero vi el Saved y el Shot of Love de Dylan a precios módicos (en torno a 10 dólares). No me compré nada, pero acabarán cayendo; en contra de la opinión mayoritaria, a mí la etapa cristiana de Dylan me parece muy interesante.

Después de salir de las tiendas con las manos en los bolsillos (qué duro es; pero sólo fuimos a chequear, no a gastar) volvimos hacia downtown para el plan de la noche: en el curro de Sofi nos habían dado entradas para el partido de los Houston Rockets, el equipo local de la NBA. Más que deporte, aquello es espectáculo puro y duro. Mercadotecnia por los cuatro costados. Como hemos visto ya en la tele. Salen las animadoras, hacen su numerito, salen los jugadores visitantes (ni caso), la mascota (un oso) haciendo el ganso y animando al personal. Hasta que se apagan las luces y van presentando a los jugadores locales. Puedes saber quien es la estrella por la intensidad de los aplausos. Creo que el que más mola ahora es un argentino llamado Luis Scola.

Saliendo el equipo local (y las animadoras en las bandas).
Las entradas, por cierto, eran de palco privado, ocupado por el grupo de Sofi. Además de ver el partido, puedes ponerte hasta el tranchete de comida y bebida: refrescos, cervezas, agua, una zona caliente para hacerte tus tacos y varias salsas para mojar los nachos o las palomitas, fruta pelada y cortada, dulces, carrito de postres... Todo gratis para el usuario. Y con camarero incluido.

Nada más comenzado el primer cuarto, aparecieron en el palco dos chicas vestidas de animadoras para hacerse fotos con el personal. Sonrisas mil y extrema simpatía (¡como me gusta ser una mujer objeto!) mientras el profuso babeo masculino encharcaba el suelo.

Cada tiempo muerto: más espectáculo. Además de las animadoras había concursos (en plan «encesta 5 tiros libres en menos de treinta segundos y gana un viaje a París» y otros similares), personalidades que bajaban a hacerse la foto, bailes varios, majoretes, percusionistas... Muy U.S.A. todo.


¿El partido? Pues jugaron contra los New York Knicks y ganaron por paliza. Pero el juego, ya os digo, es lo de menos.

¿Lo mejor? Pues que nos dieron al entrar un par de esas manos de espuma que se ven por la tele:

Lo mejor del espectáculo: las manos de espuma.
¡Ay, Debord, cuánta razón tenías!

martes, 24 de enero de 2012

Visitando los hospitales

No os preocupéis, que no ha pasado nada. Nada grave, me refiero.

Hoy ha sido nuestra primera visita a un hospital y hemos podido comprobar en carne propia cómo funciona el sistema de salud de EE.UU. A pesar de que ha ido sobre ruedas, me ha hecho alegrarme de que tengamos un sistema de salud pública tan estupendo en España, aunque los politicastros de turno (PP, PSOE y CiU, principalmente) estén empeñados en cargárselo y/o privatizarlo, para luego liberalizarlo y que así sus amigos de los seguros privados se repartan el negocio. ¿Habéis oido hablar de la ley 15/1997 que votaron en comandita PP, PSOE, CiU, PNV y CC? Es la que permitió abrir la puerta a la gestión privada del sistema público de salud de España. Entonces nos llamaban agoreros a los que protestamos contra ello. De aquellos lodos, estos barros.

Pero bueno, dejémonos de peroratas y vayamos al grano. No ha sido nada serio, insisto. Hoy estaba preparando la comida (iba a hacer mi superlasaña de la era espacial) cuando me he cortado el dedo. Perdón, quiero decir que me he cortado en el dedo. Ya sabéis cómo son las heridas en los dedos: sangras más que un cerdo aunque te hayas hecho un corte de nada. El corte estaba cerca de la articulación y era lo bastante profundo como para necesitar algún punto (tengo bastante experiencia con los cortes en los dedos, como muchos de vosotros podréis atestiguar: es lo que tiene ser torpe y cocinar mucho), así que llamé a Sofi para ver qué hacíamos.

Pobre Sofi, qué susto se ha llevao.

En Madrid me habría ido andando tan tranquilo al centro de salud, pero como somos nuevos aquí y no sabemos cómo funciona la cosa y a qué hospitales podemos ir o no, pues hemos movido cielo y tierra por una chorrada. Menos mal que una compañera de trabajo muy maja de Sofi nos ha llevado y explicado todo.

Afortunadamente, tenemos ya las tarjetas del seguro (privado, como todo aquí). Hemos ido a las urgencias del Memorial Hermann (puedes ir a cualquier hospital) y todo ha sido como en las pelis. Primero un par de auxiliares la mar de simpáticas (qué pena que no se note el sarcasmo) te toman los datos, tuyos y del seguro. Te hacen esperar un rato (no había muchas personas en la sala de espera: bien) y luego te llaman para hacerte un chequeo antes de tocarte. Te toman la temperatura, la presión arterial y te hacen las preguntas de rigor: alergias conocidas, otros medicamentos que estés tomando, preguntar «del 1 al 10, que nivel de daño siente», etc.

Después de los trámites de admisión, me han dado mis pulseras identificativas para a continuación pasarme a la consulta, donde me he tenido que desvestir y ponerme una de esas batas tan graciosas que te dejan el culo al aire. Mira que hemos visto pelis, pero como no estábamos 100 % seguros, me la he puesto al revés. Por supuesto la enfermera no estaba en la sala: a ver si la iba a denunciar por acoso sexual o algo así. Parecía que me iban a operar de vete a saber qué; pero os recuerdo: estábamos aquí por un corte en el dedo que hacía media hora que había dejado de sangrar.

Jops, las primeras pulseras y no son de un festivalaco...
Una vez vestido de hospital, ha empezado el chequeo. Ha venido primero la enfermera, esta vez muy simpática (sin sarcasmo): que qué había pasado, que cómo había sido, que si estaba al día de la vacuna del tétanos... Después (todavía no me habían tocado en absoluto: la herida seguía sin lavar) se ha ido y ha venido con la médico (también muy simpática, sin sarcasmo). Ha mirado la herida, me ha preguntado por tercera vez si estaba al día con el tétanos y ha hecho su diagnóstico: basta con vacunarme, por si acaso, aunque esté al día (¿para qué preguntan?) y poner un poco de superglue y una planchita de esas de metal para no mover el dedo, pues el corte está en la articulación y se puede abrir. Sí, sí, dijo superglue. Como en las pelis de guerra. Ni sutura, ni puntos adhesivos, ni grapas. No. Superglue.

Superglue.

Entonces la enfermera me ha dado unos papeles para firmar: eran un documento en el que decía que me habían informado de los riesgos de las vacunas y de por qué me vacunaban. Una vez firmado (he tenido que poner un papel para no manchar de sangre las hojas), la enfermera me ha puesto la vacuna. Luego me dijo que ya me podía ir vistiendo, ha salido de la habitación, ha esperado a que me vistiese y luego me ha dado una esponja con un desinfectante para que me lavase yo mismo la herida (por si  me hacía daño y la denunciaba, supongo) y luego, efectivamente, ha venido con el superglue y me lo ha puesto en la herida. Picaba un poco, pero menos que el agua oxigenada. Luego se ha ido y me ha dicho que cuando se secase me pondrían el soporte del dedo (no sé el nombre técnico). Ha venido al rato con una paramédico (también muy simpática, de nuevo sin sarcasmo) que me ha puesto el soporte. No me lo ha apretado mucho y me ha dicho que me lo ajuste yo (por si las denuncias).

Así me ha quedado el dedito.
(Parece aparatoso, pero no ha sido nada, de verdad.)
Una vez con el dedo «escayolado» me han vuelto a tomar la tensión, la temperatura, me han puesto un electrodo en el dedo y me han vuelto a preguntar «del 1 al 10, que nivel de daño sientes». Después de responde «cero» (zero, más bien) Ha dicho que ya estaba y que esperase un poco, que tenía que firmar unos papeles.

Ha venido una administrativo para terminar de rellenar los datos del seguro y firmar un montón de cosas: la política de privacidad del hospital, que entendía mis derechos como paciente, bla, bla, bla. Esta vez sí, fuera de coñas, todo eso es para evitarse denuncias posteriores. «No, señoría, el paciente estaba bien cuando dejó el hospital, aquí tiene la firma, bla, bla bla...»

El cerro de papeles que he firmado
para que me pongan una vacuna y superglue.
Luego (ha sido, no sé, una hora y media en total) nos hemos vuelto a casa tan panchos.

Pero no hemos podido comer lasaña. Cachis.

lunes, 23 de enero de 2012

¡Fiesta!

Este fin de semana ha sido de fiesta. Hemos salido viernes y sábado (algo inaudito ya en Madrid, que los viernes nos solemos quedar disfrutando de largas sesiones de sofá y pelis). El viernes en las Woodlands (¡incluso estuvimos en un club y todo!) y el sábado en Houston. Como tocaba volverse en coche fue más tranquilito, un par de birras al inicio de la noche y luego a cocacolas. Y, como en la canción de los Pogues, tuvimos fiesta, feria, half coronas y kalamari, incluso topamos con algunas ladies of easy leisure.



Y el domingo, de barbacoa. No fue texana, sino argentina. Muy tranquilito, pero con muchas risas.

martes, 17 de enero de 2012

Domingo en Big Creek Scenic Area

¡Por fin! ¡Albricias! ¡Encontramos al entrada este del Sam Houston National Forest!

Hay que decir que el otro día íbamos bien (por la derecha, si lo recordáis), nos faltó seguir unas diez millas más. Casi llegando a Coldspring, TX, por la TX 150 aparece la FM 2025, que lleva a Cleveland, TX (el que os suena no es éste, es la capital de Ohio). Siguiendo unas millas por la 2025, enseguida aparecen pistas para dos áreas recreativas: Double Lake Recreation Area y Big Creek Scenic Area. Nos decidimos por la segunda porque es más de senderismo; la primera tiene un camping, lagos donde hacer piragüismo y pistas de ciclismo, un rollo muy de dominguero, por decirlo de alguna manera.

Nos costó encontrar la pista FS 217 que lleva a los aparcamientos de Big Creek, pero lo conseguimos. Aparcamos y nos pusimos en faena, pertrechados con agua, emparedados, cámaras y unas recién compradas navajas suizas (que en Texas no llegan ni a la categoría de arma blanca). Según el letrero indicativo de la entrada, existe una muy variada fauna, incluyendo cabezas de cobre (una víbora venenosa, aunque no mortal), nutrias, armadillos y gatos monteses.

Mucho prometer para luego nada...
Por supuesto, mucho ruido y pocas nueces; de fauna no vimos nada de nada, sólo una cría de Homo sapiens, guiada por su paciente progenitor (ambos con camisetas de los Texans), que berreaba como si fuese el último niño sobre la faz de la tierra. «Adiós a nuestro paseo en la tranquilidad de la naturaleza», pensábamos. El ejemplar adulto debió darse cuenta de nuestra exasperación, porque nos balbuceó un «no vamos a ir muy lejos», como diciéndonos «tranquilos que ya se calla». Promesa cumplida: a la segunda bifurcación ya les habíamos perdido el rastro.

Justo cuando perdimos de vista al adulto y la cría de Homo sapiens, nos empezó a seguir un nuevo amiguito, mucho más agradable y callado:

 

¿Quién dijo aquello de «cuanto más conozco al hombre más amo a mi perro»? Pues eso. Por lo guapo que era y por su pelaje blanco, que parecían canitas sexys, decidimos llamarlo Clooney. Ya sabéis, por George.


Y así, acompañados por Clooney pudimos disfrutar de un paseo en completa tranquilidad. De fauna, ya hemos dicho que nada. De flora, pues muy similar a la Reserva Natural de George Mitchell que visitamos la semana pasada: mucho pino y roble (pirenaico de agua, que ya vimos, y blanco americano). No vimos nada de hiedra venenosa, que se supone también había. Es una planta trepadora bastante peligrosa, y los nativos tienen una regla nemotécnica para acordarse de ella: «Leaves of three, leave it be», que significa algo como «hojas de tres puntas, déjalas en paz». Prefiero la traducción de los Simpson, la que Marge les recita a Bart y Lisa cuando van a partir al Campamento Krusty: «Y recordad, hijos: hojas de tres puntas, no se ajuntan». «Y de cuatro puntas, en pan las untas, je, je, je», responde Homer.

Jo, qué alto es todo aquí...
Como podéis ver, el espectáculo es muy similar al del George Mitchell pero mucho más majestuoso. El aspecto en general es más salvaje, con las pistas más desdibujadas (y aún así muy bien señalizadas) y más agua a la vista, no en vano la zona se llama Big Creek (el gran arroyo). Ayudaba además que el día estaba despejado y con una luz oblicua muy anaranjada, similar a la del atardecer (a pesar de ser las cerca de las 15:00), que magnificaba el espectáculo de los tonos ocres de las hojas caídas de los robles.


Lo malo es que el recorrido eran apenas tres millas. Terminamos prontito y al volver al aparcamiento comenzamos a oír un ruido monótono y repetitivo que nos costó reconocer, hasta que Sofi decidió que eran ladridos. En efecto, allí había un perro apostado bajo un árbol y que ladraba desesperadamente (Clooney se unió gustoso, aunque fue mucho menos desagradable; era más majo):

Te veooooo...
Por esto ladraba, el muy tunante:

¡Socorroooo!
Había un gatito atrapado en unas ramas, con cara de no gustarle cómo pintaba la cosa. Miré a ver si había forma de subirme a por el gato, pero estaba muy alto y era un árbol muy pelado; no podía subir. Además, tampoco sabía si se pondría histérico y empezaría a arañarme; ni siquiera sabíamos si era doméstico o no (pinta tenía, desde luego). Así que ahí lo dejamos, al pobre; y lo peor de todo fue que también tuvimos que dejar a Clooney. Pensamos que estaba perdido, porque cuando nos montamos al coche el pobrecito nos seguía. Estuvimos a un tris de llevárnoslo, pero en nuestros apartamentos no se admiten mascotas y tampoco estábamos seguros de si sería de alguna granja de los alrededores. Qué penita. Esa noche dormí mal y todo pensando en el pobrecito...

Luego volvimos por Coldspring, TX para volver a la zona de Double Lake, que está a cuatro millas de Big Creek, donde paramos para comernos los emparedados.

Coldspring, TX: cosas que se ven por la carretera.
Double Lake: no son dos lagos, simplemente uno que se llama así.
Allí, comiendo tranquilamente, vimos más bichos que durante nuestro paseo en Big Creek:

Una simpática ardilla
(aunque aquí están consideradas como en Madrid las ratas o las palomas)...
... un tétrico cuervo...
... y una tortuguita a la deriva en el lago.
Luego, de vuelta a las Woodlands. Tomamos un camino distinto, yendo de Coldspring a Cleveland, TX por la FR 2025 y de Cleveland a Conroe, TX por la TX 105. Y de allí, se toma la I-45 en dirección sur hasta las Woodlands. En Cleveland nos liamos un poco, pero eso nos permitió dar una vuelta en una gasolinera y ver al cowboy más auténtico de cuantos nos hemos cruzado hasta ahora. Lo tenía todo; camisa blanca impoluta y almidonada, chaleco vaquero con bordados, pantalones vaqueros, botas de las buenas y un sombrero que quitaba el hipo. Por supuesto, estaba llenando el tanque de una pick-up (la típica camioneta de las pelis). Lo malo es que no pudimos hacerle una foto, que nos estaba mirando en ese momento. Eso sí que es fauna pintoresca. Ya le echaremos el lazo a otro.