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martes, 1 de mayo de 2012

Rodeo Parade (¡adiós a las fresas!)

Uno de los comentarios que más escuchamos mientras estuvimos la pasada semana en Madrid fue «¡A ver si actualizáis el blog, que estamos de las [improperio 1] fresas hasta los [improperio 2]!». Los improperios 1 y 2 dependían de quién lo dijese: familia o amigo. E iban desde las versiones más polite hasta las más burras. El significado, en todo caso, era el mismo: esto ya olía.

¡No os preocupéis más! Se acabaron las fresas. Y para que se acaben bien, vamos con una entrada con muchas fotos, que la ocasión lo mereció.


El 24 de febrero fue en Houston la Rodeo Parade, que podríamos traducir como la cabalgata del rodeo. Cienes y cienes de aguerridos cowboys, cowgirls y cowchildren tomaron el centro de Houston al grito de Yiiija!

Durante esas fechas se celebraba el Houston Livestock Show & Rodeo, que consiste en una convención con puestos de comida, fiesta, conciertos (desde ZZ Top hasta, ejem, Enrique Iglesias —yuyu—) y, por supuesto, rodeos y bullfightin'. Vamos, como los ir a los toros pero con sombreros de cowboy en vez de monteras. El espectáculo de marras vale un pasta, y como no nos apetecía pagar por ello nos apuntamos a lo que era gratis: la cabalgata.

Lo único malo, aparte del frío que hizo, es que tuvimos que sacrificar una mañana dormir hasta tarde por ver el desfile. Bajamos de Woodlands y fuimos a aparcar a la zona de Richmond, al este del downtown. A un paseíto del desfile, unos veinte minutillos de nada. Por allí nos encontramos una pintada que se llevó la primera foto del día:


Bueno, dejemos ya el romanticismo y pongámonos en faena: el desfile.

Lo primero mencionar que los Texanos se toman lo de los desfiles muy en serio; aquí son unos profesionales del tema. Las familias toman sus puestos con horas de antelación mientras despliegan sus aparejos: sillas plegables, neveras repletas de comida y bebida, banderas (siempre hay banderas) y, si el tiempo lo requiere, mantas para pasar el frío.

El desfile consistió en ver pasar a decenas y decenas y decenas de grupos de jinetes, llamados trail riders, que son como clubes de moteros, pero a caballo. Los había de todos los tamaños, colores y sabores, y todos ellos estaban bien engalanados, con sus camisas, sombreros y botas perfectamente lustradas y con las hebillas y espuelas bien brillantes. Y, por supuesto, banderas.


Como podéis comprobar en las fotos los chicanos, en general, eran mucho más elegantes. Sus caballos eran los más bonitos (y los llevaban haciendo cabriolas), montaban sillas más decoradas y vestían trajes más trabajados y espectaculares. Y sus espuelas, claro, eran mucho más grandes:

Prueba de agudeza visual: ¿cuál de las dos espuelas pertenece a un mexicano?
No todo eran caballos y carretas. Entre tanto carromato, jinete y amazona había hueco para las bandas de música de los institutos (todo profesionalidad, henchidos como pavos con sus uniformes y sus majorettes marcando el paso),


grupos de bailes regionales,


payasos,


los tipos esos de las sogas,


y acróbatas a caballo.

¡U-ese-a, u-ese-a...!
Y así todo el rato (tooodo el rato). Pero tranquilos, recordad que estamos en la sociedad del espectáculo, así que de vez en cuando tocaba la pausa publicitaria: las carrozas de los patrocinadores, que iban apareciendo poco a poco como si de anuncios mientras ves una película se tratase (supermercados, sitios de comida rápida, bancos, petroleras y demases):

La diligencia del Wells & Fargo.
Y adivinad cuál fue el personaje más aplaudido de todos. ¿Algún vaquero haciendo cabriolas? ¿Los del lazo? ¿Las amazonas acróbatas? No. Frío frío.

¿Alguien tiene un rifle a mano?
Sí, amigos: el puñetero Ronald McDonald. Realmente nos dio miedo. No el personaje, sino la situación en sí. Brrrrrrrrrr. Yuyu.

Y tan pronto como terminó, acabó. De repente, todo el mundo empezó a recoger los bártulos y a largarse de la zona como si estuviese prohibido quedarse allí. Nosotros decidimos dar un paseo por el downtown, que todavía no lo habíamos pateado a conciencia.

El centro, como ocurre con todas las ciudades tejanas, es la zona de negocios, donde están los rascacielos y las grandes avenidas. En Houston puedes encontrar majestuosos edificios de oficinas, los estadios deportivos, parkings de esos de varias plantas (los que salen siempre en las pelis) y solares para aparcar (a un módico precio). Y ya está. Nada de tiendas, nada de cafés, nada de gente en la calle, nada de nada. De nada: en el centro no hay vida más allá de los negocios (y de los eventos deportivos). Hasta un intento de centro comercial estaba prácticamente desierto.

¿Hay alguien ahí...?
Así fue que nos encontramos paseando por un barrio fantasma. Me vino a la cabeza el «Ghost Town» de los Specials, que estuve canturreando todo el rato.



Así que nada, pusimos pies en polvorosa para huir de ese inhóspito paisaje urbano. Volvimos al coche dando un paseíto y buscando un sitio para comer (en el downtown no había nada, nada apetecible, al menos) y terminamos en un restaurante chino tomando un arroz que nos supo a gloria.

Llegando al barrio donde habíamos aparcado, nos encontramos esto:


No sabemos lo que es, pero molar, mola un rato.

3 comentarios:

  1. Yiiihaaaa!

    Por fin un poco de marcha!

    A ver si le dais vidilla otra vez al blog... ¿o es que lo de YPF os ha dejado congelados?

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  2. Yihaaaaaaaaaaa!!!!!!!!! ese caballo que viene de bonannnnnnnnzaaaaaaaa!!!

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  3. UY!!! este retrato del downtown en fiestas me ha encantado, lástima una vaca suelta al estilo San Fermín.Bibi

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