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viernes, 5 de julio de 2013

Los Angeles (segundo día)

La verdad es que no somos de playa. Y nos habían dicho que en LA no hay nada, excepto las playas. Así que ¿qué hacer en LA? ¿Realmente no hay nada que ver? Bueno, la verdad es que el grueso de la ciudad es bastante horrendo. Pero decidimos no desanimarnos y salir, guía en mano, a cazar algo. Y nuestro destino fue el Chinatown y el downtown.

La entrada a Chinatown.
La verdad es que tenemos los dos mucha fascinación por ver los Chinatowns de las ciudades que visitamos. Y en EE.UU. es una ventaja: no hay ciudad grande que no tenga su Pequeña China. Y como los chinos tontos no son, suelen estar muy bien situados, normalmente cerca del downtown de turno. Y el de LA es un Chinatown como dios manda. No como el de Houston, que aparte de estar a unas 15 millas del centro, no tiene nada de exótico.

El de LA daba gustico verlo. No es ni mucho menos como el de Nueva York, pero es bastante mejor que el de Houston. Tampoco es muy grande. Un par de manzanas y ya lo habíamos cruzado. Pero el ambiente que se respira es otro. A mí me recuerda a los pueblos pequeños, con la gente constantemente en la calle llevando bolsas de la compra de un sitio a otro.

Dejamos atrás Chinatown para entrar en el downtown propiamente dicho. De nuevo observamos diferencias notables con Houston. En LA encontramos bastante vidilla, con amplios parques que rodean el City Hall (el ayuntamiento) y mucha gente, turistas y autóctonos, paseando y haciendo sus cosas. Qué agradable es encontrar un downtown en el que se puede caminar a gusto. Parece ser que hace años era igual que en Houston: por las noches y los fines de semana parecía una ciudad fantasma, pero la cosa está cambiando: se han abierto muchos cafés y locales de ocio, que han dado algo de vida nocturna. Además, parece ser que los lofts se han llenado de estudiantes y artistillas. En fin, la típica fase inicial de gentrificación. Detrás de los estudiantes sin pasta vendrán los ejecutivos con ella.

El City Hall, que aunque no lo parece, es bastante alto.
El Guggenheim de LA. En realidad es el Walt Disney Concert Hall, sede de la filarmónica de Los Angeles.
El downtown y el distrito histórico (que recordaba un poco a Manhattan) están recorridos en dirección suroeste-noreste por varias grandes avenidas, siendo Broadway, Main, Hill y Grand Ave. las principales. Se puede recorrer en autobús, pero nosotros decidimos caminar. ¿Hay algo mejor que hacer?

Nos desviamos de Broadway Boulevard para visitar la Catedral de Nuestra Señora de Los Angeles, que según la guía, mezclaba «las proporciones góticas con un marcado estilo contemporáneo»:


Ejem.

A decir verdad a los dos nos pareció un horror. Yo creo que compite por el primer puesto de la catedral más fea del mundo. Sinceramente, parece una casa de playa, con sus palmeras y todo. En fin, son las cosas del «marcado estilo contemporáneo». Eso sí, por dentro era mucho más bonita, con algunos elementos artesanales muy molones, como estos candelabros:


También tenían dentro un retablo que Sofi comentó que era igual que el de la iglesia de su pueblo. Leyendo la ficha informativa nos indicaba que, en efecto, provenía de una iglesia castellana del siglo XVIII, creo recordar.



Fuera del templo, había una especie de patio enorme con un Jardín del Edén de lo más curioso, con figuras de distintos animales y un camino pavimentado que representaba  a la serpiente.

Aquí, Sofi jugueteando con un pez.
A parte del jardín, había una terraza para disfrutar tomando un café, una ensalada o unos tacos, que servía la franquicia de turno, al lado de las tiendas de merchandising. En casos como éste, siempre me acuerdo del pasaje del Nuevo Testamento en el que Jesús expulsó del templo a los mercaderes, con bastante mala baba: «habéis convertido la casa de mi Padre en una cueva de ladrones», dicen que dijo. Si el pobre levantase la cabeza...

Bueno, hipocresías aparte, dejamos el recinto de la catedral y seguimos bajando North Broadway hasta que llegamos al Grand Central Market. Situado en un edificio de la zona histórica de LA y al lado del Million Dollar Theather, es un vistoso y colorido mercadillo, con un montón de puestos de comida de todo el mundo, aunque abundan especialmente los sitios mexicanos. El mercado se abrió en 1917 y, desde entonces, ha estado abierto siete días a la semana. El trajín de su interior y la interesante mezcla de olores hacen una experiencia el visitarlo.

Arriba el exterior del Million Dollar Theater: hoy está en desuso. Debajo vemos un detalle de una de las puertas laterales. La calavera de longhorn nos hizo mucha gracia.
El interior del mercado, todo colorido y aromas.
Lo mismo encuentras fruta y todo tipo de chiles...


que cortezas de cerdo tamaño USA:


No tocaba comer, así que no tomamos nada, pero estábamos sedientos y compramos un refresco. Era una Coca-Cola mexicana, cuyo sabor es ligeramente distinto que el de la Coca-Cola estadounidense. Tanto echan de menos los mexicanos sus cocacolas que es bastante habitual encontrarlas de importación en cualquier supermercado. Por si os lo estáis preguntando: la mexicana sabe a esas gominolas de cocacola tan deliciosas que hay en España (las que son marrones y negras, no las verdes y negras). Muy rica.

Enfrente del mercado nos encontramos dos cosas: un mural de Anthony Quinn y el edificio Bradbury, que ha sido escenario de muchas películas, siendo la más notable Blade Runner. El edificio data de 1893, y tiene un exterior típico de la arquitectura de principios de siglo XIX en EE.UU. El promotor, el empresario minero Lewis L. Bradbury, murió meses antes ser terminado.

Al fondo, un mural con Anthony Quinn. En primer plano el cartel del edificio Bradbury. A la franquicia de comida ni caso (aunque da colorido a la foto).
El Edificio Bradbury.
Pero lo importante no es la fachada, sino su espectacular interior, entre modernista y neorrenacentista: todo construido en hierro y madera de arce, coronado por un gigantesco tragaluz, todo un hito en la arquitectura estadounidense. Por eso por fuera no suena nada, claro, porque lo que se utilizó en la película fueron sus interiores: son la casa de J.F. Sebastian, donde transcurre buena parte del film y donde los dos antagonistas, interpretados por Harrison Ford y Rutger Hauer, se dan pal pelo. Y ya que hablamos de la película: queda claro que Harrison Ford es un replicante, ¿no? ¿O no? ¿O sí?

 
He visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.

Volvimos sobre nuestros pasos con la intención de subir al edificio del Ayuntamiento. Después de pasar por el control de seguridad y el fichaje de rigor, nos pusieron una pegatina que ponía claramente VISITOR. Casi treinta plantas más arriba, la terraza de la sala de juntas daba a una espectacular vista de LA:

Vista hacia el noreste.
Vista hacia el suroeste.
La verdad es que daba bastante miedito. Mira que hemos subido al Empire State, pero este impresionaba un poco más. Al fin y al cabo, el Empire State está rodeado de un montón de edificios altísimos, lo que contrarresta un poco la sensación de altura. Éste, en cambio, no tiene en mucha distancia alrededor ningún edificio que le haga sombra.

Sofi pasando miedito.
Ya abajo, otra vez en la calle, nos acercamos al Pueblo de Los Angeles (así, en castellano), que se encuentra entre downtown y Chinatown. Como su nombre indica, ahí está el antiguo emplazamiento del antiguo pueblo de Nuestra Señora de los Ángeles, fundado en Alta California 1871, cuando ésta aún dependía del Virreinato de Nueva España.

Así lucía el pueblico en 1869.
Hoy El Pueblo es a la vez un reclamo para turistas un tanto patético así como un intento de Los Angeles por mantener una conexión con sus antiguas raíces hispano-mexicanas. Aunque el colorido mercadillo de baratijas y souvenirs hace que te sientas como un maldito guiri, la zona no deja de tener su encanto y cuenta con varios edificios históricos, los más antiguos de LA y, posiblemente, de toda California. Destacan la iglesia de Nuestra Señora Reina de los Ángeles y Pico House, que son los dos edificios que dan la bienvenida. La iglesia fue construida por monjes franciscanos en 1814, antes incluso de que se fundase el antiguo pueblo y sustituyendo una antigua misión. Pico House es un hotel de lujo construido en 1869 por Pío Pico, un empresario por entonces Gobernador de Alta California, provincia de México (México se independizó de España en 1821). El exterior neorrenacentista se ha conservado estupendamente.

La iglesia de Nuestra Señora Reina de los Ángeles.
La fachada de Pico House.
Al lado de Pico House se encuentra la antigua plaza y comienza el mercadillo, situado al lado de Avila Adobe, una antigua villa de 1818 y que se puede visitar gratuitamente. En la plaza se encontraba un grupo haciendo una demostración de danzas precolombinas bajo la atenta mirada de Carlos III. Las plumas y los trajes eran de lo más vistoso:


El mercadillo no deja de ser una atracción para turistas, pero el colorido que ofrecen sus puestos y la sombra de sus toldos) hace que merezca la pena pasear y curiosear entre camisetas y fotos de Pancho Villa, jarapas, guitarrones y otros artículos de artesanía folclórica mexicana. Es el contrapunto colorido del frío y gris downtown.


Cerca del Pueblo se encuentra Union Station, una estación de tren de viajeros que data de 1939. Su fachada de estilo colonial contrasta con su interior art decò. Aún se pueden contemplar las antiguas ventanillas en un majestuoso hall con un artesonado en el techo bastante impresionante. Es otra visita recomendable, y el estar un rato bajo techo y disfrutando del aire acondicionado nos dio un respiro: eran cerca de las tres de la tarde y el sol estaba apretando de lo lindo. ¡Por fin notábamos el sol y el calor de California!

El exterior de Union Station.
 
Las antiguas ventanillas de Union Station (arriba) y el techo del hall.
Y con la visita al Pueblo decidimos cerrar el LA urbano. ¡Había que ver las playas y el Pacífico! Así que, una vez que conseguimos salir de la maraña de downtown, nos pusimos rumbo a Venice Beach y Santa Mónica.

Bueno, decir que Los Angeles tiene playa es como decir que Pamplona tiene playa. De hecho, sería más justo decir que Pamplona tiene playa, ya que de la plaza del txupinazo a la playa de la Concha tardas menos que de downtown LA a Venice Beach (ya hemos hablado del tráfico horroroso de LA, ¿verdad?).

Tardamos un rato en llegar, así una vez allí no nos quedaba mucho para bajar a la arena y sentarnos. El tiempo, además, tampoco acompañaba (las nubes habían vuelto a hacer acto de presencia). Así que la cosa fue llegar, aparcar y ver la playa desde el paseo. Decir que, de lo poco que vimos, casi que Santa Mónica nos pareció mejor. En Venice Beach había un ambiente playero no muy distinto del que hay en Benidorm, Torrevieja o Benicasim. Seguro que hay zonas para perderse y calas recónditas, pero lo que vimos no nos animó mucho.

Seguro que en un día soleado luce mucho más.
Mi estómago tampoco ayudaba: el exceso de curri y té especiado había pasado factura a mis tripas y me empezaba a encontrar sueltito. ¡Además, no olvidemos porqué estábamos en LA! ¡Que el concierto de Fermin Muguruza empezaba a las ocho y nos quedaba mucho camino que recorrer de vuelta!

Curioso tropismo el de las palmeras de Pacific Avenue, cerca de Venice Beach.
Para volver elegimos hacerlo por el Beverly Hills Boulevard. Intentamos huir de las autovías (que están en atasco perpetuo desde las 8:00 hasta las 22:00), y aun así el tráfico fue mortal desde que dejamos la playa hasta que llegamos a West Hollywood.

LA: la ciudad del atasco eterno.
Aunque se veían cosas de camino que alegraban la marcha:


Tardamos más de una hora en llegar al hotel, comimos otra vez en el Vegan House (esta vez sin curris ni té) y fuimos andando a Los Globos, la horrorosa discoteca latina que acogía el concierto. El concierto empezó muy tarde, cachis la mar, pero Fermin no defraudó (y no le pones pegas a nadie al que llevas sin ver en directo cinco años).


Al final salimos de la disco a las mil, y eso que sólo nos quedamos a un par de canciones de Tijuana No! que actuaban después de Fermin. Nuestro cuerpo ya llevaba mucha jota encima, y al día siguiente nos esperaba una largo viaje hasta Sequoia & King's Canyon National Park.

Pero eso ya os lo contamos en la siguiente entrega.

4 comentarios:

  1. Menudo diario de viaje más detallado. Lo mejor esas grandes comparaciones de Benidorm, el cuadrico de la iglesia de mi pueblo...

    ¡¡Grandes crónicas!!
    Juanma.

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  2. Pues te digo ya que California es como Extremadura pero con playas.

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  3. Juas, juas, esos currys y esos tés... si es que eres un temerario. ¿No aprendiste nada en tus viajes a Marruecos, chaval? Ay, qué juventud.

    Sí, desde luego que la catedral es, ejem, original. Y de clara inspiración gótica, sí, sí. Ahora que a mí lo que más me ha gustado es el angelote-portavelas. ¡Qué detalle!

    Después de leer estas crónicas tengo que decir que LA parece mucho más interesante de lo que me han contado. Es que vosotros sabéis sacar lo mejor de todo.

    Y por supuesto que Harrison Ford es un replicante. A quien lo dude, le pongo ahora mismito la versión del director, grrrrrr.

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