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miércoles, 10 de julio de 2013

Cadáveres de secuoyas (quinto día)

Amaneció nuestro segundo día en Sequoia & Kings Canyon National Park, después de que nuestros vecinos de cámping nos diesen la nochecita. Unos con corridos a todo volumen hasta las once de la noche (la música estaba prohibida desde las diez), y otros con una conversación a alto volumen hasta las doce. A estos últimos, que estaban en la parcela de al lado, tuvimos que echarles la peta (o similar) para que se callasen.

Por la mañana, después de desayunar y recoger los bártulos (cambiábamos de cámping) salimos hacia la zona de Horse Camp (por la que anduvimos perdidos la noche que llegamos) y Buck Rock (una montaña de 2300 metros). En realidad, queríamos cambiar de paisaje y ver las extensas llanuras cercanas a la montaña y al campamento de Big Meadows, que en invierno se convierte en una zona para practicar el esquí de fondo.

Según tomamos el desvío desde Generals Highway, el paisaje empezó a cambiar de forma dramática. Los enormes árboles empezaron a perder altura, hasta casi desaparecer, de forma que las grandes llanuras se iban abriendo paso.

El altiplano de Big meadows.
El paisaje, claro, no era tan espectacular como en los bosques de secuoyas, y la carretera pronto se convirtió en un camino sin asfaltar lleno de baches que había que pasar yendo muy muy lento. Además, durante el camino había muchas zonas de acampada libre, por lo que había que extremar las precauciones, ya que los animales podían estar al acecho detrás de cada árbol:

¿Niños lentos?
Una vez recorrido el círculo, pusimos rumbo al norte, recorriendo la carretera 180 hasta Kings Canyon. 

Por supuesto, de camino, estaba General Grant Groove, una zona con medio centenar de secuoyas gigantes. Pensamos que, al estar tan al norte del parque, la afluencia de gente sería menor que en Giant Forest. Craso error: nunca creas que vas a estar sólo en un parque nacional de EE.UU. Fue llegar al aparcamiento y ver los dos autobuses de turistas y enseguida comprendimos que de solos nanai. Más aún, había más gente incluso que en los alrededores del General Sherman.

Folleto en mano, listos para recorrer la senda.
Una vez recogido el folleto, nos pusimos en marcha: aquello parecía más un parque temático que un parque natural.

Pero bueno, había secuoyas, que nos tenían embobados. El efecto sorpresa había desaparecido, pero siempre hay algo nuevo que te sorprende: en este caso se trataba del Fallen Monarch (El Monarca caído), una gigantesca secuoya que se encuentra caída (y muerta) desde que se conoce. El tronco, además se encuentra hueco, a causa de incendios antes de que el árbol cayese, por lo que puedes pasar de un lado a otro del camino usando su interior como atajo:

Sofi en lo que fue la parte inferior del árbol.
En el interior del Fallen Monarch. En ningún momento tuve que agacharme.
El camino es poco más de un tercio de milla, salpicado aquí y allá por secuoyas gigantes, muchas de las cuales tienen nombre de estados: Nevada, Iowa, Missouri... Creo que nos está afectando el chauvinismo tejano, porque nos pareció casi un insulto que no hubiese ninguna secuoya llamada Texas.

El General Grant (en homenaje a Ulysses S. Grant) es la segunda/tercera secuoya más grande del mundo, por delante/detrás de The President: 82 metros de altura y casi 33 de perímetro.

El general se alza imponente.
Una vez visto, seguimos hacia el norte, aunque volvimos a desviarnos hacia Converse Basin Groove, aunque nosotros le llamábamos «El cementerio de secuoyas». Tomamos un sendero que conducía al Chicago Stump. Es un tocón de una antigua secuoya (llamada General Noble) que se taló en 1892 para la Exposición Universal de Chicago de 1893. El árbol estaba entre los treinta más grandes del mundo. Es mismo año, la zona de Converse Basin fue declarada zona protegida incluyéndola en la Reserva Forestal de Sierra Nevada, poniendo fin a la destrucción de la zona. Hasta entonces muchos árboles gigantes habían caído víctimas del ferrocarril y de la industria maderera (no había dicho todavía que la madera de secuoya es resistente a las termitas, lo que la hacía muy codiciada como material de construcción).


Esta parte del parque del bosque, ahora sí, estaba fuera de los destinos turísticos típicos. Se notaba, aparte de en la ausencia de visitantes, en que la carretera sin asfaltar y completamente descuidada. Al cabo de un rato nos dimos cuenta de que cada vez con más frecuencia notábamos ramas que golpeaban en los laterales del coche: el camino se estaba cerrando. Parecía como si los árboles se estuviesen volviendo hostiles, como en los cuentos de Algernon Blackwood.

¡Socorrooo, que nos atacan!
El camino, aunque incómodo de recorrer, era bastante molón. Daba la impresión de conducir por un cementerio de secuoyas: a un lado y a otro se veían tocones y restos calcinados de lo que años atrás fueron gigantes. A veces llegaba incluso a ser un poco tétrico.


Viendo que el camino seguía y seguía, y que el famoso tocón no aparecía, decidimos rendirnos y dar la vuelta, que todavía nos quedaba llegar a Kings Canyon, buscar un nuevo camping y montar el chiringuito. Por cierto, pinchando aquí podéis ver una foto del tocón de Chicago.

Camino a Kings Canyon nos paramos a repostar en la que indicaba era «las bombas de gasolina más antiguas de Estados Unidos». Eran unas bombas de gravedad de 1928 realmente molonas, aunque aprovechando que eran la última gasolinera del valle los pecios estaban por las nubes (a cinco dólares el galón). Encima me hice un lío y pedí ocho galones (estaba pensando en litros). A lo tonto terminamos llenamos como medio depósito a precio de oro.


La carretera a Kings Canyon sigue la corriente principal de Kings River y su forca sur. A lo largo del puerto puede verse cómo se van alzando las cumbres de Spanish Mountain, Obelisk y Wren Peak, arañando los 3000 metros de altura.


Kings Canyon es uno de los cañones más profundos de Norteamérica, oscilando entre 700 y 2500 metros. A modo de comparación, decir que el cañón del Colorado «sólo» llega hasta 1800 metros de profundidad. La zona en la que bajamos al agua —cerca de donde los afluentes medio y sur del río convergen y se convierten en la corriente principal— se encuentra a unos 1200 metros de profundidad:


Sorprende lo cristalina que es el agua, que permite ver ese verde casi esmeralda del fondo del río, particularmente bonito a la luz del sol poniente.


Llegamos atardeciendo al campamento de Canyons View (si no recuerdo mal), que estaba prácticamente vacío. La zona de aquí es preciosa, y aunque las secuoyas gigantes habían desaparecido millas atrás, los frondosos bosques de formados por sugar pines o pinos de azúcar (Pinus lambertiana) y pequeños redwood y otras coníferas son frescos y acogedores.

Una vez montada la tienda y recogida la leña para la fogata, fuimos visitados por nuestros vecinos: uno se quejaba de que alguien le había robado los tacos de las ruedas de su caravana. Otra, visiblemente ebria y copa de vino en mano, vino muy amable a ofrecernos unos troncos que tenían para alimentar nuestro fuego.

Después de cenar judiones con tomate acompañados del habitual kalimotxo, nos fuimos a dormir. Al día siguiente nos esperaba un viaje hasta el Parque Nacional de Yosemite.

2 comentarios:

  1. Espectacular, simplemente espectacular. Qué montañas, qué bosques, qué llanuras... Estos son los viajes con los que nosotros soñamos (bueno, si quitamos los vecinos de camping chillones y el ataque de los árboles mutantes, jejeje...)¡Y qué envidia me ha dado ese paseo por el interior del Fallen Monarch!

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  2. Pues sí. Sequoia es el Parque Nacional que más nos ha impresionado. Definitivamente este es un país para viajarlo.

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